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Los ángeles no deberían hacer daño.
Es cierto, los ángeles no deberíamos hacer daño, o bueno, no los que estamos de este lado y seguimos a nuestro creador.

Me pongo a reflexionar en ocasiones, suscitando la admiración que poseo cuando la veo. Haciéndome las mismas preguntas una y otra vez ¿Por qué yo? ¿Por qué me tocó a mí y de esta manera? No es de extrañar en conocimientos populares del ser humano que nosotros somos creados para alabar al todo poderoso y defender a su mejor creación, sus hijos, que se les ha otorgado vida a través de su soplo. ¡Que maravillosas creaturas! Son los únicos creados a su imagen y semejanza.

Siempre Él nos encomienda proteger a sus hijos, cuidarlos de lo invisible mientras que Él se encarga del resto en todo momento. No sabemos quién será nuestro protegido ni cómo es, si cree en nosotros o no, pero trataré de no divagar sobre este tema, solo menciono la admiración que poseo por cada uno.

Actualmente estoy fascinado por una de ellos, me encanta cómo vive, su carisma, su sonrisa, su constante lucha del día a día. Permanezco en la distancia, solo observando cómo se desenvuelve en ese intrínseco mundo lleno de complejidades, la veo caer y levantarse de inmediato, la veo amando con tanto fervor a los suyos, la veo luchando todos los días y solo me maravillo. He conocido a muchos guerreros, pero la peculiaridad que ella posee me deja atónito, sin palabras, desborda una resilencia única (algo que he agradecido mucho a Dios por obsequiarle esa esencia a ella y la oportunidad de ser su observador).

En ocasiones siento un gran deseo de amarla, de estar a su lado, de bajar de mi estatus y compartir con ella ¡Estoy completamente embelesado! Cómo desearía tener Tú poder para guiarla bajo mi abrigo, decirle todo lo que creo que es bien para ella, comentarle todas mis angustias porque me preocupa de tal manera que aveces me pierdo en mí y mi corazón se estruja. Si, los ángeles también poseemos corazón. Cómo me encantaría darle todo de mí, hasta la última gota de mi esencia y todo porque aprendí a amarla.

Pero estoy equivocado, el rol de un ángel es proteger, no amar en esas instancias. Estoy diseñado para ser su ángel guardián hasta que Él lo decida. Debo reconocer mi lugar en esta hermosa relación y dejarla vivir como lo ha hecho, de la manera en que me ha enamorado. No tengo el permiso ni mucho menos el derecho de dictaminar la forma en cómo debe llevar su vida, aún sabiendo que es lo mejor para ella. Pero ¿Cómo luchar con esto? Ser su ángel o su amante y no encuentro un término medio. Bajar y ser un humano, pero no siendo hijo de Él porque seré desterrado, aún así siento que ella vale eso y mucho más.

Pero también he aprendido algo de los humanos, son seres sumamente imperfectos que hacen daño a los que aman. En mí no cabe esa idea, no sé qué los mueve para realizar cosas tan hermosas y desagradables al mismo tiempo, si así es el amor entre humanos, entonces prefiero mil veces ser su ángel porque el hacerle daño sería mi perdición.

Por eso los ángeles no deberían hacer daño, no estamos diseñados para eso. Así que me quedaré en la distancia, cuidándola lo mejor que pueda sin interferir en su vida, alimentandola de la misma forma como ella me ha alimentado. Me parece un trato justo y equitativo, de esta manera la amaré eternamente.


© Oscar Adrián Díaz