...

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Azul
Allí, rodeada de un profundo azul tan hermoso como la noche que poco a poco se convertirá en día, sabía que era mi fin, sabía que lo mejor era dejarme llevar por la presión que sentía en todo mi cuerpo, un peso que no me permitía moverme, ni gritar, ni ver más allá de todo ese azul; me dejé arrastrar por una fuerza que me comenzó a succionar hacia dentro de mi misma. La oscuridad lo invadió todo, fué como si se apagara la luz poco a poco, no como cuando alguien usa el apagador, no, fué lento, suave: yo iba dejando de sentir mis dedos de los pies, mis manos, mis piernas, todo; luego me dolió el pecho pero solo fué por un momento.
Por fortuna ya estoy mejor, creo que sigo flotando en ese mismo lugar, pero esta vez no veo nada, no siento frío o dolor, siento libertad, paz... Soledad. Espero acostumbrarme a la muerte, si no, no sé cómo, pero volveré.
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