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El dia de Nicolas.
Ya son cerca de las diez de la mañana, y la vieja Tina aun no sale a regar las plantas, Nicolas, o al menos asi lo llaman, la espera impaciente a que le de lo que él considera el tributo diario, unos cuantos jureles que ella saca de una lata. Por alguna razón Tina siempre tiene jurel, pocas veces la ha visto salir de su casa pero nunca le han faltado latas para compartirle a Nicolas.
Nicolas se acomoda en la tercera repisa de un mueble blanco lleno de plantas que hay en el patio, aquel lugar lleno de vegetacion en la casa de Tina.

Para él, el tiempo pasa a distintas velocidades, lo que el cree que han sido horas de espera, no seran en realidad mas de un par de minutos para nosotros.
Pero Nicolas es un gato ocupado, tiene otras cosas que hacer, como bañarse, remolonear, asustar al perro de la casa verde y perseguir al otro gato que amenaza con quitarle su autoridad en la cuadra.

No importa cuantas veces lo intente, ni las ocasiones que repitan las brutales peleas, ni los encendidos debates y discusiones, donde incluso los perros osan participar en las noches. Nadie había logrado desterrar a Nicolas de su reino.
A él le encantaba su dominio, no gustaba de pensar en la idea de compartirlo con otro felino, la gente de la zona era agradable, lo agasajaban de regalos, incluso algunos dejaban, en su casa, basura para que ratones llegaran a entretenerlo. Además, lo entendían, sabían cuando él estaba teniendo un mal dia, o cuando necesitaba que le hicieran cariño, todos vivian por él y para él, las cosas eran así y no las cambaría por nada.

Decidió que la señora se estaba demorando demasiado, por lo que decretó que el día de hoy le haría la "ley del hielo", no volvería a su casa en todo el resto del día. Y también determinó que al día siguiente no se iría sin el doble del tributo correspondiente.
Una vez todo resuelto, prosiguió con sus actividades habituales.

Fue a la casa de León, un chihuahua, que decía ser un perro, pero Nicolas estaba seguro de haber cazado ratones mas grandes que él. Gustaba de ir donde ese animal, siempre le ladraba, si podemos llamar ladrido al chillido que hace, cuando lo veía y Nicolas sabía que jamas lo alcanzaría por lo que de forma descarada y burlesca se sentaba a bañarse con dedicación.
Leon perdía los estribos al verlo, y en mas de una ocasión los humanos le decían que dejara de ladrar que solo era Nicolas, quien solo quería hacerle compañia. Eso más enloquecía al animal, puesto que sabía que aquel gato solo iba a restregarle que era inalcanzable.

Una vez bañado y con bastante hambre, ya que uno de sus desayunos le había fallado, decidió bajar al nivel de los humanos, para ir al negocio a cobrar su parte.
Dentro estaba la dueña del negocio, el anunció su llegada y eso dio paso a que la humana fuese a buscar su pocillo. Nicolas estaba seguro que aquel gato aspirante no entendería el poder que él tenía, ya era tanto, que el pocillo tenía escrito su nombre.
Como podría haber otro gato, que aspirara a sacarlo del barrio, si ni siquiera se llamaban Nicolas.

Termina de comer, y se va, vuelve al techo y comienza a ir en dirección de la casa de las gemelas, estas eran dos catitas que vivían dentro de una jaula, y que cada vez que lo veían se asustaban y él tenia que explicarles que no se las iba a comer, ya que una vez se habia comido una paloma y el sabor que tenia no le terminó por gustar. Por alguna razón estas aves tenían pesima memoria, y eran muy nerviosas.
Extrañaba a Pepe, un guacamayo que vivía en la misma jaula donde hoy habitaban las gemelas, le gustaba estar con él, a veces cantaba, repetía cosas que decian los humanos y mas de alguna vez intentó maullar, no le salía tan bien como a Nicolas, pero lo intentaba, y jamas de los jamases tuvo que volver a explicarle algo, ya que él lo repetía varias veces para no olvidarlo.

Decidió que era tiempo para una siesta y el antejardin de los Gonzales era perfecto para la siesta de mediodia, además la reja que tenían permitía que el resto de la gente viera a Nicolas y supiesen que todo estaba bien.
Se dirigió a dicho lugar, se acomodó sobre el medidor de agua, y se dispuso a dormir, tal vez podría soñar con el jurel de la señora Tina, cerró sus ojos y comenzó a pensar en aquel manjar, vaya que le hizo falta ese jurel. Le encantaba esa sensación salada, grasosa suave y pero intenso, lo podía llegar a imaginar, incluso lo llegaba a oler, pero sus sueños no olian, desconcertado de despertó, y tras debatirlo consigo mismo, decidio perdonar a Tina, ya que el olor provenia de su casa, y seguro que le compartiría un poco.
Al llegar a la casa, bajó a su patio y vio que la señora le servía la lata de jurel, le pidió disculpas, le hizo cariño en el lomo, él le respondió con un suave ronrroneo, sabía que eso le gustaba. Se sintió misericordioso, ya que decidió que se quedaría con ella el resto del dia, a pesar de su crimen, seguramente cuidaría no repetirlo.


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© Jota-i