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Los Antivalores: Orgullo
En el inmenso lienzo de la existencia humana, el orgullo se eleva como una muralla imponente, cuyos ladrillos son forjados con la autosuficiencia y el desdén. Esta muralla, impenetrable y altiva, divide a las personas, separándolas en compartimentos estancos de superioridad y desprecio. A medida que las grietas del ego se expanden, la luz de la empatía y la humildad se desvanece, sumiendo a aquellos atrapados tras sus muros en la oscuridad opresiva de la arrogancia y la vanidad.


I


En el seno de una familia marcada por desavenencias ancestrales, dos hermanos se hallan inmersos en una lucha sin cuartel, donde el orgullo les sirve de armadura infranqueable. Cada uno, aferrado a sus convicciones y rencores, se niega a dar su brazo a torcer, desencadenando una espiral de confrontaciones y reproches que amenaza con fracturar los lazos que alguna vez los unieron. Sus palabras ásperas resuenan en los pasillos de la casa, cargadas de resentimiento y obstinación. En medio de la tormenta emocional, ninguno está dispuesto a dar el primer paso hacia la reconciliación, prefiriendo alimentar su propio ego en lugar de buscar la paz y la armonía familiar.


II


En el bullicioso entorno de una empresa floreciente, un ejecutivo se yergue con arrogancia sobre sus logros, despreciando las contribuciones de aquellos que lo rodean. Cegado por su propio orgullo, se niega a reconocer el valor del trabajo en equipo y menosprecia las habilidades y esfuerzos de sus subordinados. Su actitud altanera y autosuficiente crea una brecha insalvable entre él y el resto del equipo, socavando la colaboración y minando la eficacia de la organización. A medida que su orgullo lo aísla aún más, se convierte en un obstáculo para el crecimiento y la prosperidad de la empresa, dejando en su estela un ambiente tóxico de descontento...