...

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Blanco Equivocado.
- ¡Decidido! me voy a quedar danzando en este baile sempiterno, no vale la pena sufrir tanto.

Murmuro con voz fastidiosa cuando llegué al parque y me senté al lado de un conocido que ponía mi pupila nerviosa, con tono de burla me dice:

- Hablas como si hubieras vivido, conocido y amado lo suficiente cuando en verdad sabes q no es así.

Su sonrisa me demuestra su buen sentido del humor, al contrario del mío. Mi ceja se levanta a la expectativa de lo que pueda decirme.

- !Tal vez en otra vida era una mujer de varios hombres y por eso ahora Cupido se está vengando!

Voltea los ojos, resopla y niega con la cabeza a la vez q toma un suspiro para decirme.

- Creo que estás muy grande para pensar que tus escasos fracasos en el amor se deben a un niño con pañales.

- ¿Por qué no puedo? A mi entender no hay límite de edad para creer en algo o para soñar.

Y ¡boom! la seriedad llega carcomiendo su rostro con ojeras y su voz risueña desapareció por completo. Ahora siento que no me va a hablar como la niña mimada que más idolatra, sino como una mujer con gran imaginación.

- No hay límite de edad para creer en Dios, por ejemplo, pero sí existe esa delgada línea para un bebé con alas, arco y flechas mágicas.

- No te cierres a la idea de su existencia, y aunque fuera un mito suena más bonito decir que Cupido se equivocó con su flecha a otras palabras.

- ¿Algo más para agregar sobre Eros?.

- Sí, Cupido me odia, pero sigo recibiendo sus flechas con las manos abiertas.

- No estoy seguro que él sea capaz de sentir odio hacia alguien y más hacia una chica especial como tú.

Dice mirándome a los ojos

- Pues entonces perdió la cabeza por mí y esa es la razón por la cual no deja que nadie me ame.

Le hablo después de un minutos de silencio.

- No digas tonterías.

- ¿Por qué dices eso?

- Porque si Cupido te odia te tiene en su mente y si te ama en su corazón, cualquiera de las dos están a su favor por lo que siempre estaría pensando en la siguiente flecha para ti y sintiendo los flechazos a quemarropa.

-No creo en ese ser mitológico con el cual quieres seguir manteniendo una mental riña verbal, más bien tengo mis creencias en mis latidos cuando los escucho hablándome de ti.

Se acercó a mis labios con parsimonía, y posó su mano en mi rostro, solo cuando intentó besarme lo supe nuevamente, Cupido no tiene buena puntería.