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A la Deriva
A LA DERIVA



     A principios de noviembre un expedicionario del Reino Olvidado apodado Dormilón Pérez, navegaba a media velocidad, bajo el ardiente sol de medio día, con una brisa sostenida en la popa, ya hacía tiempo que Juanca desde la torre de observación mordisqueaba una varilla entre los dientes sin nada interesante que observar; solo mar a la derecha, izquierda y a todos lados. En la cocina el Príncipe Regio con una pata de palo se sostenía como podía tras una larga borrachera de casi seis días, intentando preparar una sopa decente para el frío del sur, mientras tanto Ariel aguardaba ansiosamente esa deliciosa sopa de pollo bien caliente con huevo y una ansiada papa de rigor que su gran amigo solía preparar como cocinero a bordo.

     —Escúchame, Príncipe Regio — Expresó Michel irrumpiendo en la cocina, guardando con calma los espejuelos pequeños que solía usar, en el bolsillo superior izquierdo de su saco. — ¿Qué dan en el cable a esta hora?

     — Acaso Juanca volvió a esconderte la programación? —Dijo con mofa el Príncipe Regio.

     — Obvio que no, sólo intento hallar una conversación decente mientras almorzamos un poco, parece que habrá algo de lluvias hoy, el cielo ha empezado a oscurecer, señal que no tardarán las lluvias en asomarse.

     — Y por lo visto estaremos ante una tremenda tempestad. Ese cielo me da mala espina capitán Dormilón Pérez.

     — ¿Mala espina? es que dentro de poco estaremos por el paso de Drake, bailando con la más fea.

     — ¡Por el gran Judas!, no hay más mar traicionero que el mismísimo mar del paso de Drake. — Irrumpió Ariel, mientras Juan Carlos regresaba a su puesto de vigilancia mordisqueando otro palillo entre dientes medianamente preocupado.

     Viajar a la Antártica es una aventura increíble. Pero también lo es recorrer el camino que nos lleva a este maravilloso continente. El mar de Drake es el encuentro entre el océano Pacífico y el océano Atlántico y es un paso obligado para llegar a la Antártica. Posee una extensión de aproximadamente 800 kilómetros y se ubica antes del archipiélago de las Islas Shetland del Sur. Es mundialmente conocido por ser poseedor de las aguas más tormentosas de todos los océanos, con oleajes que se levantan hasta los 10 metros de altura.

     Una de las particularidades de este increíble lugar en el mundo es que no existe tierra en los alrededores, por lo tanto, las ráfagas de viento corren sin ninguna contención. Por ello sacuden los barcos sin conmiseración, y los vientos van desde los 50 hasta los 150 kilómetros por hora. Y a pesar de ser el cruce más corto para llegar a la Antártica, la navegación dura aproximadamente 3 días.

     — Y por lo visto solo Dormilón Pérez se atreverá a cruzar el mar de Drave en plena tormenta, ¿Cierto?

     — ¿Eres o no hombre de mar? — Expresó Michel Dormilón Pérez con arrogancia.

     — Lo soy, y desde ya te digo que no es la primera vez que me atrevo a vivir esta navegación hacia la Antártida, y ya dejémonos de ahogarnos en el mismo vaso de agua.

     — Preparen sus cojones, esta será sin duda una experiencia inolvidable con recuerdos únicos para toda la vida. — Decía Ariel peinándose el bigote con un hueso de bagre.

     Tres horas después, Juan Carlos sentado de espaldas a un puñado de nubes oscuras que sombrean el horizonte el cielo empezó a observar una enorme sombra que poco a poco empezaba a divisarse como una enorme masa tapizando el horizonte de extremo a extremo.

     — Capitán, Capitaaaán se oía con potencia desde la torre de vigilancia, Embarcación a las 12 por estribor

     Todos los tripulantes salieron a observar semejante hallazgo. Una misteriosa y gigantesca embarcación en las costas del mar Atlántico. Se trataba de aquella embarcación que alguna vez había ideado Cook, de inmediato todos los hombres del capitán Dormilón Pérez estaban listos aguardando la orden para disparar la bengala y haciendo señales para que dicha nave se detenga.

     — ¡Está varada Capitán!

     — ¿Han aceitado los botes salvavidas y desempolvado las boyas?

     — No sé si hoy pasará algo importante, pero en breve pondremos un espolón y destacaremos un abordaje.

     — Haga su trabajo, mi buen amigo e indíqueme las lecturas de la máquina, estamos a punto de espolear un maldito crucero.

     — Haga nomás, mi capitán, ¡Qué linda vista tiene desde acá! ¿Acaso no es eso señal de una gran tormenta asomándose a nuestros ojos? — Decía el Príncipe Regio asomándose con un enorme plato de sopa de pollo a la cabina...

     El telégrafo automático empezó a llamar. Se trataba de una vieja máquina de coser con dos aparatos extraídos de dos timbres de bicicleta.

     Repentinamente Juan Carlos desde su puesto de vigilancia expresó a mandíbula batiente, nave a tres grados hacia babor.

     —Segundo Piloto Ariel, haga señales a la embarcación, ponerse al pairo y detenerse.

     —Capitán el crucero sospechoso, ni siquiera nos ha dado señales de haber recibido su orden de detenerse.

      Una vez más sonó el telégrafo automático, y luego el Capitán Michel Dormilón Pérez empezó a rugir por el tubo:

     —¡Adelante, a toda máquina! ¡Expriman las calderas, hasta la última gota! ¡Adelante!

     —¡Espléndido! —Dijo el Príncipe Regio chupando un hueso de pollo.

       Mientras tanto la embarcación de nuestros amigos del Reino Olvidado se había puesto a distancia del saludo del crucero sospechoso. El capitán Dormilón Pérez se subió a un banco de carpintero y gritó a voz de cuello.

     —¡Despejen los mástiles, de una buena vez, inmundos! ¡Arríen las velas! ¡Arrojen el ancla!

     —Listo mi capitán.

     —¡Agucen los espolones! ¡Todos a cubierta, vamos a abordarlos!

     Ariel dio un salto y el cigarrillo se le cayó de sus labios. Rodó sobre la cubierta y se desplomó sobre un saco de granos. Luego Juan Carlos con ayuda del Príncipe Regio tiraron abajo un ropero y, hubo mucho ruido, como si

     — El telégrafo automático sonó por tercera vez, la serena voz del capitán salió por el ordenador,

     —Cinco grados a estribor.

     —Tres brazas de profundidad —Advirtió el timonel.

     —¡Cuidado! Podemos encallar gritó Juan Carlos.

     —¡A los botes! —Rugió el capitán—, ¡Arríen los botes!

     —¡Tormenta a la vista!—exclamó con preocupación, Juan Carlos, elevando su rostro hacia el horizonte.

     —¡Botes afuera! —Resonó la voz del capitán.

     —¡Por mil truenos!, no nos contestan los mensajes los del crucero.

     —Envíen señal de S.O.S. ¡Radien nuestra posición por radio con posición a la calle del Reino Olvidado, número 13, ya saben, bueno agárrense bien, sigan radiando pedido de socorro hasta el fin! ¡Todos a los botes! Vámonos hombres, los toma agua primero, después el cigarrillo y las chelitas. Y no olviden embarcar mis revistas viejas de los superamigos, los del viejo reino, los libros publicados de los últimos mundiales de escritura y las historietas de horror para leer, que estamos a más de dos mil millas de la costa más cercana y con un crucero que no nos responde. Se me ocurre solo una cosa: ¡Abordémoslo!

     —Usemos los paraguas como velas y acerquémonos al crucero, no olviden poner las cacerolas, la sal y la pimienta y los cubos de sopa pues si nos hundimos al menos hagámoslo desde un crucero.

      Minutos después Michel Dormilón Pérez, caminaba por la cubierta de la otra embarcación. Rodeó los primeros tres pisos de la nave y no encontró a nadie a bordo en ese crucero. Tenía un mástil roto y un gran boquete en uno de los lados. Además, el frigorífico estaba lleno de latas de sardinas que misteriosamente tenían fecha de caducidad en el 2025, llamando alarmantemente su atención, pues no podía ser posible algo así. Michel subió hasta el piso más alto y se encontró con una mancha de sangre y también una tableta descargada. Siguió husmeado por los alrededores y no halló más que un viejo guante de beisball con las iniciales E. R que no le indicaban ningún nombre en particular. De pronto un sonido alarmó su atención. Los ruidos provenían de la cubierta. Trepó por las escalerillas y arriba se encontró a dos tipos que discutían acaloradamente acerca de quién de ellos dirigiría el próximo motín. Michel hizo su aparición y metiéndose en medio de la discusión extendió su mano y dijo: piedra papel o tijera.

     —Pido piedra dijo el más trigueño de los dos.

     —Yo papel. —dijo el más delgado.

     Y cuando el capitán volteó estos dos hombres habían desaparecido en sus narices sin dejar rastro alguno crispando su espalda.

     Minutos después de explorar el crucero terminó de darse cuenta que no había nadie a bordo, era como si hubieran abandonado el crucero fantasma, parecía que había estado varado por semanas o tal vez meses. Era como si quien hubiere estado allí estaba seguro que el crucero iba a hundirse, y después no quiso recuperarlo porque supondría un gran esfuerzo de tiempo y dinero. Lo más probable es que lo habían desechado.

     —Mi capitán al parecer estamos sobre un crucero fantasma de más de 800.000 dólares, con un desplazamiento de unas 4 toneladas y sin sistemas electrónicos, ni luces de identificación. Esto es un peligro para los barcos que estuvieran cerca. Por otro lado, el hundimiento de un crucero como este afecta al medio ambiente del océano.

     —Por Dios esto es una especie de Santo Grial para marinos y aventureros, que pudieron haber estado tratando de buscarlo y sacar dinero con él.

     —Yo oí hace mucho especulaciones acerca de una embarcación varada por estos mares llena de ratas que se habían convertido en caníbales durante el viaje. Sugerían que estas ratas eran peligrosas para los humanos: decían que habían gigantescas ratas caníbal en un barco fantasma que atacaban a ciudadanos indefensos. Pero nunca se supo más nada de ello.

     —Aquí no he visto esas ratas caníbales o no. O pudriéndose en paz.

     —Lo que si es cierto es que las viejas embarcaciones suelen dejarse olvidada para que se pudran poco a poco.

     —¡Por última vez, van a acercarse a cenar o no...! —Habló el Príncipe Regio mostrando tenedores.

     —Pero como puedes comer viendo cómo nos estamos meciendo, —Mencionó Ariel sujetándose de una gran mesa, observando con admiración el comedor lleno de fantasmas sentados departiendo y riendo a carcajadas con sendas viandas de alimentos.

     —El Capitán guiñó un ojo al Príncipe Regio y le arrebató un tenedor y palmeando a Juan Carlos, en tanto el resto se seguía moviendo de uno a otro lado aullando canciones de piratas con vasos de cervezas apresuradas en alto.

     —Nada te hace más libre, nada te acerca más a tu gente que las tardes de pereza, tomarse una buena cerveza. la disfruta el rey en su castillo, el cura y el monaguillo, el pobre y el rico, la niña traviesa, que siempre abre escondida su pieza.

Esperanza Renjifo

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