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"Melodia de un amor perdido"
En un rincón de la ciudad, donde las luces destellaban en la oscuridad y las calles llevaban las historias de los corazones rotos, se desarrolló la crónica de un amor perdido. Alex, un soñador de ojos profundos y cabello despeinado, se encontraba inmerso en el torbellino de emociones que le había dejado la pérdida de su amada. Mientras el reloj marcaba las once con cuarenta, el silencio se apoderaba de su mente, y las palabras no eran suficientes para expresar la tristeza que lo consumía.

"Hoy te pierdo", susurró con voz entrecortada mientras observaba el anillo en su dedo, una joya que alguna vez simbolizó un futuro compartido. Recordaba los debates interminables, las risas compartidas y los besos que se intercambiaron. "Tanto debate inconcluso, tanto beso de por medio", reflexionó con melancolía, sintiendo la ausencia de su presencia como una herida abierta.

La noticia golpeó como un balde de agua fría: su amada estaba a punto de casarse con otro. La realidad, como un amargo trago, era difícil de tragar. "Y lo peor, que fui el último en darme cuenta", murmuró, sintiendo cómo su corazón latía con un dolor agudo y lacerante. La cruda de la tristeza lo embargaba, y las palabras que solían fluir con facilidad se atascaban en su garganta.

Reflexionando sobre los recuerdos compartidos, Alex comprendió que su papel en la vida de su amada había sido solo un intermedio, un capítulo efímero en su historia. "Qué pena que yo en tu vida solo fui un simple intermedio", pensó con resignación, sintiendo que había sido relegado a un segundo plano en la narrativa de su amada. Las palabras de la canción resonaban en su mente, evocando emociones que eran difíciles de contener.

En medio de la desolación y el desconsuelo, Alex alzó su copa y brindó en silencio, como un tributo a lo que alguna vez compartieron. "¡A tu salud!", pronunció con un deje de ironía y dolor, consciente de que el destino había tomado su propio rumbo. Los versos de la canción parecían ser el eco de sus pensamientos, una melodía triste que acompañaba su duelo.

Con cada nota de la canción resonando en su mente, Alex recordó los momentos felices que habían compartido juntos, como si fuera un viaje en el tiempo. "Y a lo feliz que ayer estuve, préndanle una veladora", murmuró con un suspiro, deseando que la felicidad que alguna vez compartieron pudiera ser honrada de alguna manera, incluso en su ausencia.

Así, en un rincón oscuro de la ciudad, Alex lidió con el proceso de dejar ir a quien amaba. La historia de su amor, marcada por las palabras de la canción, se convirtió en una pieza más en el mosaico de experiencias humanas, recordándonos que incluso en la pérdida, las emociones y los recuerdos perduran en el tejido de nuestras vidas.