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El Legado
Capítulos finales 7 y 8 de 8

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VII
Mis Logros Y Fracasos

Con el peso de la edad sobre mi cuerpo cansado, es inevitable que me invadan los recuerdos de mi vida. Me sumerjo en ellos con la certeza de que pronto partiré hacia un destino desconocido.

Pero antes de que mi alma se eleve, quiero compartir con ustedes mis logros y fracasos. Porque cada uno de ellos me enseñó lecciones valiosas, y moldeó al hombre que soy hoy.

Recuerdo mis primeros trabajos como si fuera ayer. Con esfuerzo y dedicación, logré ascender de puestos menores hasta llegar a ser gerente en una empresa de construcción. Mi familia y yo nunca fuimos ricos, pero con mi trabajo honesto y comprometido, logramos tener una vida cómoda.

También recuerdo mi pasión por la música. Desde joven toqué la guitarra y canté en mi coro de la universidad. Años después, mi amor por la música me llevó a dirigir una pequeña orquesta, y aunque no fue fácil, logramos llenar de alegría a muchos corazones en nuestra comunidad.

Pero no todo fue éxito en mi vida. También experimenté fracasos y momentos de tristeza profunda. Perdí a mi esposa Martita hace dos años, y la ausencia de su presencia amorosa aún duele en mi corazón. También cometí errores en mi vida, como todo ser humano, pero aprendí de ellos y siempre intenté enmendar mis caminos.

Ahora, en mis últimos días, me siento agradecido por todo lo que he vivido. Por mi trabajo, mi familia, mis amigos, mis pasatiempos y mis aprendizajes.

Pero lo que más me llena de orgullo es mi libro legado. Una obra que escribí con nostalgia para mis hijos y nietos. Un libro que recoge mis memorias, mis pensamientos y mis enseñanzas, para que nunca se pierdan en el tiempo.

Así que, aunque pronto me despida de este mundo, sé que mi legado vivirá en las páginas de ese libro, y en los corazones de aquellos que me amaron y me conocieron.

Que la vida les traiga sabiduría y amor, y que aprendan de mis logros y fracasos como yo aprendí de ellos durante estos ochenta y cinco años de larga vida.

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VIII
Mi Último Adiós

Me levanté temprano esa mañana, con el sol apenas asomando por detrás de las montañas. Me tomé mi tiempo para levantarme, sintiendo la tranquilidad de la casa y la suave brisa que entraba por la ventana.

Decidí prepararme para el día, bañándome y vistiéndome con ropa cómoda. Recordé ponerme mi loción favorita, la que Martita siempre me decía que olía bien en mí. Me reí al pensar en su dulce voz y en cómo siempre se aseguraba de que estuviéramos bien vestidos y perfumados, incluso si solo íbamos a quedarnos en casa.

Después de arreglarme, bajé a la cocina para ver qué había para desayunar. David, mi hijo mayor, ya estaba allí, preparando una deliciosa tortilla de huevos con jamón y queso. Me senté a la mesa y disfruté de la comida, hablando con David sobre lo mucho que había crecido y lo orgulloso que estaba de él.

Después del desayuno, decidí dar un paseo por el jardín, sintiendo la brisa fresca en mi cara. Me senté en un banco bajo un árbol, mirando las flores y las plantas que Martita había plantado con tanto amor. Sentí su presencia a mi lado, como si estuviera allí conmigo, recordando los momentos felices que habíamos compartido en ese jardín.

Luego, pasé la mayor parte del día escribiendo y reflexionando sobre mi vida, tratando de recordar todas las cosas importantes que había hecho y las personas que había amado. Me sentí en paz al pensar en mi familia, en cómo los había visto crecer y en todo lo que habíamos compartido juntos.

En la tarde, David decidió cocinar nuestra cena favorita: arroz con pollo y habichuelas guisadas. Me senté a su lado en la cocina, viéndolo picar los ingredientes y preparar la comida, mientras hablábamos de nuestras vidas y de lo que esperábamos del futuro.

Después de cenar, sentí que mi cuerpo se debilitaba, pero también sentí que mi alma se fortalecía. Me acosté en mi cama, con mi familia a mi lado, sintiendo su amor y su apoyo. Les dije lo mucho que los amaba y les pedí que recordaran siempre las lecciones que les había enseñado, sobre el amor, la bondad y la fe en Dios.

Y así, con mis seres queridos a mi lado, cerré mis ojos y me dejé llevar por la paz y la tranquilidad que sentía en mi corazón. Cerré los ojos lentamente, sabiendo que ese sería mi último acto en la vida. Sabía que pronto me reuniría con Martita, en un lugar donde el amor y la felicidad nunca morían, y eso me llenó de esperanza y de alegría.

Con mi corazón latiendo cada vez más débilmente, sentí la presencia de mis seres queridos a mi alrededor, sentí su amor y su apoyo. Con la última fuerza que me quedaba, abrí los ojos y les dediqué una sonrisa amorosa, sabiendo que los dejaría pronto.
Con una voz temblorosa, empecé a recitar un poema que escribí para mi último momento:

"Queridos hijos míos, mi mayor tesoro,
aunque me vaya, nunca estaré lejos,
pues siempre estaré en sus corazones,
como una luz que guíe su camino.

La vida es un regalo, no la desaprovechen,
sean siempre bondadosos, generosos y valientes,
no dejen que el miedo los paralice,
vayan siempre hacia adelante con fe y determinación.

Perdóname, oh, Dios, por mis faltas y errores,
por las veces que no supe actuar con amor,
por las veces que herí a los que me rodeaban,
por las veces que fui débil en vez de fuerte.

Siento paz en mi corazón, aunque deje este mundo,
sé que mi legado perdurará en todos ustedes,
como una semilla que dará frutos abundantes,
como una llama que nunca se extinguirá.

Y al final del túnel, veo una luz brillante,
una luz llena de amor, de esperanza y de paz,
y allí está Martita, mi amada esposa,
con una sonrisa que me llena de felicidad.

Gracias por tanto amor, por tanto apoyo,
por ser mi familia, por ser mi hogar,
aunque me vaya, nunca los olvidaré,
pues siempre estarán en mi corazón."

Y con esas palabras, cerré los ojos por última vez, dejando atrás mi cuerpo mortal y ascendiendo hacia la luz que me esperaba. Sentí una sensación de paz y felicidad en mi corazón, sabiendo que mi legado y mi amor perdurarían para siempre en el corazón de mi familia. Y allí estaba Martita, esperándome con una hermosa sonrisa, lista para guiarme hacia nuestro nuevo hogar en la eternidad.

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© 2023 Alice InWonderland