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Paradoxa
La hoguera ardía y el olor a carne quemada se extendía por los callejones del pueblo. La multitud advenediza se tapaba la nariz con la mano intentando inútilmente espantar el aroma pútrido que desprendía el cadáver calcinado de la mujer, algunos sorprendidos y otros asqueados por la dantesca escena. El llanto desgarrador de la asistente perforaba los oídos de la asombrada concurrencia.

–¡Perra de Satanás! –se escuchó entre la multitud, a la vez que una piedra se estrellaba con el fino rostro de la muchacha, haciéndole brotar un chorro de sangre del pómulo derecho.

La chica veía horrorizada el cuerpo de su maestra que poco a poco iba sucumbiendo a las llamas en el patíbulo.

–¡Es un error! ¡SE LOS SUPLICO! –Bramaba la muchacha, pero el clérigo estaba obcecado en su plegaria.

Los asistentes del sacerdote sujetaron a la muchacha al otro mástil que estaba preparado para ser prendido fuego y le ataron de manos.

–¡…se equivocan! ¡NO SOMOS BRUJAS! ¡Venimos del fut…! –Una mordaza sucia ahogó los gritos de la muchacha.

El sacerdote continuaba con su oración en latín, mientras los asistentes echaban aceite a los leños bajo los pies desnudos de la mujer.

–¡Que arda en el nombre de Dios! –aullaba la multitud.

Un hombre con un saco en la cabeza acercó la antorcha al leño iniciando el tórrido fuego.

La chica comenzó a ahogarse y retorcerse en un lamentoso llanto mientras las llamas empezaban a desollar su piel y su bata de laboratorio ante la mirada impávida de los habitantes del pueblo y el sacerdote que continuaba con la plegaria en un idioma antiguo mal pronunciado.

***

Es el año 3054, y en el laboratorio 24 Los asistentes y especialistas contaban el tercer día desde que la Doctora Chambers y su asistente desaparecieron junto con la cápsula del tiempo Crono T-20 en el primer viaje temporal hacia el pasado, sin sospechar que nunca más volverían a su era.


© J.Lu Antelo