LA CRIATURA
LA CRIATURA
Ya casi atardecía y las sombras cubrían el largo pasadizo cuando Gabo se detuvo una vez más por ese pasaje angosto que siempre era objeto de su curiosidad. Miró por el ojo de la cerradura, movido por la incesante inclinación que encendía ese deseo inextinguible, de buscar la verdad y resolver lo incomprensible. Esta vez, casi sin premeditarlo se detuvo a mitad de él. Con una mente inquieta y curiosa. Siempre tenía ardiendo un impulso insaciable que detenía sus ojos en aquella puerta. Quería saber qué era eso que se ocultaba detrás de esa extraña melodía que hasta ese momento nunca antes había escuchado y que se sumaba a la larga lista de respuestas desde el otro lado. Esa puerta siempre permanecía cerrada y siempre que le preguntaba a alguien el motivo hacían como que no le habían oído y cambiaban de tema. Y él ya no sabía que hacer para averiguarlo. Era demasiado curioso como para seguir pasándolo por alto, por tanto, no se detendría ante nada hasta averiguarlo.
Y es que no importa si estás al otro extremo del sendero entre voces mudas... tú siempre estás. La lejanía es apenas un detalle; las puertas siempre separan Pero también se abren para dar o cerrar paso. Aguardando. Siempre aguardando...
¡Y allí estaba! ¡Sí! ante la puerta, en posición de cuclillas, imaginando a ese horrible ser de fachada demoníaca en medio de ruidos, tenues cánticos, órdenes y poesía dérmica, de esa que suele acariciar todo lo tangible aunque no cale el alma. Con sus largas orejas deleitándose en el vértigo del estigma de los diferentes soliloquios que a lo mejor poblaban su mente. Como extrañas partículas pasajeras que edificaban la esencia y la...
Ya casi atardecía y las sombras cubrían el largo pasadizo cuando Gabo se detuvo una vez más por ese pasaje angosto que siempre era objeto de su curiosidad. Miró por el ojo de la cerradura, movido por la incesante inclinación que encendía ese deseo inextinguible, de buscar la verdad y resolver lo incomprensible. Esta vez, casi sin premeditarlo se detuvo a mitad de él. Con una mente inquieta y curiosa. Siempre tenía ardiendo un impulso insaciable que detenía sus ojos en aquella puerta. Quería saber qué era eso que se ocultaba detrás de esa extraña melodía que hasta ese momento nunca antes había escuchado y que se sumaba a la larga lista de respuestas desde el otro lado. Esa puerta siempre permanecía cerrada y siempre que le preguntaba a alguien el motivo hacían como que no le habían oído y cambiaban de tema. Y él ya no sabía que hacer para averiguarlo. Era demasiado curioso como para seguir pasándolo por alto, por tanto, no se detendría ante nada hasta averiguarlo.
Y es que no importa si estás al otro extremo del sendero entre voces mudas... tú siempre estás. La lejanía es apenas un detalle; las puertas siempre separan Pero también se abren para dar o cerrar paso. Aguardando. Siempre aguardando...
¡Y allí estaba! ¡Sí! ante la puerta, en posición de cuclillas, imaginando a ese horrible ser de fachada demoníaca en medio de ruidos, tenues cánticos, órdenes y poesía dérmica, de esa que suele acariciar todo lo tangible aunque no cale el alma. Con sus largas orejas deleitándose en el vértigo del estigma de los diferentes soliloquios que a lo mejor poblaban su mente. Como extrañas partículas pasajeras que edificaban la esencia y la...