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EL VACÍO LLENO
En aquél espacio vacío, en ese banco solitario, tú y yo amigo mío, vivimos momentos juntos pasando el rato incontables veces, riéndonos, desahogándonos, reflexionando sobre la vida, contándonos anécdotas del liceo, tantas cosas...

No solo aquí y en otros lugares se forjó nuestra hermandad, también nuestra confianza e integridad, a pesar de ser inmaduros del mundo, de la vida misma, sin saber lo que nos pudiese pasar en el camino y los cambios que podían producirse.

Pero como todo forma parte de la vida, y se es preciso recordar, evoco aunque sea vagamente esas tardes, sentados los dos, con los ojos llorosos e hinchados y el estómago con dolor de tanto reírnos, los vecinos molestos por nuestras carcajadas, las lindas muchachas que pasaban y les sacábamos una sonrisa, el arbusto que orinábamos y disimulábamos para que nadie nos viera... una cosa de locos.

Pero vaya que disfrutábamos pasando el rato en ese espacio vacío, que para alguien será un simple espacio, o un banquito lleno de polvo y hojas secas, pero para nosotros siempre será especial, y cada vez que tengamos la oportunidad de estar ahí, lo estaremos, para vivir y revivir esos pequeños momentos de nuevo que no se olvidan jamás... amigo mío.

Mientras tanto, yo, estaré esperando ese momento, y aunque por alguna razón ya no estés, no te encuentres cerca, pasaré todo el tiempo por ahí, observando fijamente ese espacio vacío que nos espera a los dos otra vez, como un hombre pirata con recuerdos de oro, un niño mirando hacia la luna porque es brillante, o un aventurero contemplando una tierra desconocida. Sí, así estaré, esperándote. Amigo mío. Hermano.


© Sulmon