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Volta: La Tranquila Llama de la Emoción.
Nuestros viajes pasaron de ser solo el resultado de nuestra aventura, a convertirse también en una parte fundamental de nuestra nueva vida en los mares.
Cada visita hacia una nueva isla era como un nuevo mundo descubierto por nosotros.
Las personas que conozcamos, los nuevos sonidos que escuchábamos, las nuevas costumbres que veíamos y más, mucho más, quedaba impregnado en nuestros seres.
Cada nueva isla era como una nueva oportunidad para que nuestros pudieras describir más y más maravillas gracias a las personas.
Es por ello que, con el tiempo, comenzamos a mejorar como navegantes de este hermoso e infinto océano que nos rodeaba.
Gracias a consejos de aldeanos y a entrenamientos exhaustivos, fue que ahora nuestras habilidades estaban a un nivel completamente diferente.
Ya no éramos aquellos tres jóvenes habidos de aventuras que se habían hecho a la mar solo para cumplir sus deseos.
Ahora éramos 3 hombres bien formados, con los pies bien puestos en la tierra, y con las nociones básicas de la navegación y la experiencia de navegar en estos mares a nuestro favor.
Por qué también comenzamos a entrenar nuestros cuerpos.
Hacíamos ejercicios de diferentes formas todos los días, además de las duras actividades del barco y su mantenimiento.
¿Que esperaban?
¡Era obvio que después de algún tiempo, nosotros comenzaramos a lucir más esbeltos y con músculos mucho más marcados!
Pero aparte de todo esto, hubo también cambios en la personalidad de mis compañeros.
Robert preguntaba a los lugareños por sus platos típicos y ellos, entre encantados y sorprendidos, le enseñaban con detalles y señas como llevar a cabo sus recetas milenarias.
Con el tiempo comenzó a comprar y adquirir nuevas herramientas con la cual poblo y lleno en casi nada de tiempo nuestra cocina.
Los cuchillos eran usados para cortar el pollo o para quitarles las transparentes y duras escamas a los peces.
Las ollas eran usadas para sofreír aliños y asar las carnes que serían degustadas aquel mismo día de su preparación.
Robert comenzó a experimentar y en la conocía mucho más de lo habitual, por lo que no era extraño que en el barco hubiera un persistente olor a especias o demás comidas que hacían agua la boca y abrían el apetito en nada de tiempo.
Aunque Robert no era el único que había comenzado a enfocarse en algo.
Valentino comenzó a interesarse por la costura y demás cosas relacionadas a la ropa, cosa que resultó ser una grata sorpresa en el, ya que el solía renegar de aquellos hombres que supieran hacer tal "oficio solo para mujeres".
— Bueno, uno tiene que aprender que hacer cuando una camisa se rompe, ¿no? - dijo, luego de que le preguntara por su nuevo interés - Además, no es como si me fuese a obsesionar o algo así.
Aunque, muy al contrario de sus propias palabras, Valentino resultó tener un talento nato para atar hilo y aguja.
No paso mucho hasta que los cargamentos habituales a nuestro barco comenzaron también a ser llenados con tela y demás objetos típicos de costureria en cada isla que parabamos.
No era raro encontrar a Val tejiendo o remendando alguna ropa de alguno de nosotros.
Y, antes de que nos diéramos cuenta de cómo o cuando, Valentino comenzó a hacernos ropa a todos.
Pues para ser solo un pasatiempo o demás, había resultado ser una afición bastante productiva de su parte.
Por lo que si, Robert tenía la cocina como su habilidad y Valentino ahora tenía su capacidad para cocer y tejer ropa de su lado.
El mapa que nos había dado el anciano había resultado ser de bastante ayuda, y con este nos era sumamente mas fácil encontrar lugares donde buscar suministros y descansar de nuestra travesía.
Por lo que nuestras rutas hacia las islas eran solo una ruta que seguir, por qué ya teníamos la flecha señalada hacia donde era el camino.

*****
El tiempo fue pasando.
Y los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses.
Y, antes de que nos hubiéramos dado cuenta, ya habían pasado casi 3 años desde que habíamos comenzado nuestro viaje por el océano.
Era increíble la cantidad que habíamos hecho solo en tres años.
Nuestro barco había ampliado su tamaño, pasando de ser un simple barco pesquero, a una gran embarcacion con un gran mástil para las grandes velas que nos ayudaban a surcar los mares.
La cómica había sido ampliada a un tamaño monumental, por lo que los dominios de Robert ahora eran un terreno indomable que solo el podia entrar y salir al cumplir su cometido.
La habitación de Valentino ahora tenía un pequeño closet en dónde, en vez de guardar ropa, guardaba tijeras, diversas agujas e hilos, que utilizaba en sus diversas costuras y creaciones.
¿Y que hacía yo, se preguntarán?
¿Que es lo que hace el interesante Johannes, mientras que sus amigos cortan vegetales o tejen alguna ropa vieja?.
Pues la verdad, y para decepción de ustedes, debo desilusionarlos con la cruda y dura verdad de mi temperamento.
Y es que lo cierto en que yo nunca he tenido una afición muy bien definida.
Ni desde niño, que parecía ser que el mundo estaba abierto a cualquier cosa que se me pasase por la mente, y mucho menos ahora de adulta con todos estos viajes que hacíamos y la felicidad de cada nuevo descubrimiento.
Los días en el barco estaban llenos de movimiento.
Aparte de las normales labores de cada dia (limpiar la cubierta, levantar las velas, ver la dirección del viento, las mareas), todo consistía en ver con que distraer mi interesada mente.
Cuando no estaba junto a Valentino tomando mis propias medidas o diciéndome sobre como queria mi ropa (a veces ropa formal para eventos ceremoniosos inexistentes en este enorme mar, otras veces para hacer ropa más convencional), estaba al lado de Robert aprendiendo sobre como preparar las carnes o como cortar los vegetales de una forma eficiente.
Nunca había tenido un punto focal en algo específicamente.
Siempre me habia diferenciado de los demás por interesarme de todo un poco.
Es por eso que los ayudaba con gusto a cada uno de ellos en sus tareas, ya que asi aprendía cosas nuevas y me distraía.
Pero algo de lo que me di cuenta después, ya cuando nuestros viajes eran más por rutina o por negocios (debíamos substituir a partir de encargos como transportar alimentos o mercancías para poder tener dinero) fue cuando las emocioné de volver a las islas ya antes visitadas revivían.
No era solo volver a una isla para descansar, se trataba de algo mucho más profundo y difícil de explicar.
Era volver a ver al mismo espacio en dónde antes nos habíamos sentido cómodos, con sus propias características, sus propias gentes de su isla, las casas, la vegetación de los alrededores.
Todo era como un recuerdo que remarcaba en mi memoria, viéndose otra vez usado cada vez que volvíamos.
Nos reencontramos con personas que eran amigos nuestros, volvemos a comer comidas que solo el sazón de esa propia isla puede ofrecer, y que ni siquiera la mano experta de Robert podía hacer ni con toda la práctica del mundo.
Era como volver a entrar a un mundo que habíamos abandonado hacia tiempo.
Y es así, que nació conmigo el concepto de la llama de la emoción.
Por qué, no importaba cuantas veces, cada vez que volvíamos a una isla, era como si nuestra llama de la emoción volviese a encenderse y le diera calidez a nuestros cuerpos.
Tal vez la llamo no era tan voraz y enérgica como la primera vez que llegamos, pero seguía allí, y con su luz y brillo podíamos seguir maravillandonos con todo lo que alguna vez dejamos.
Por qué, no importa cuánto tiempo pase, nuestro amor por visitar nuestros lugares siempre sera algo tener y perdurante en nuestras almas.