...

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Una tarde más
Así mi tarde antes de las tres.
Pensé que seria un amanecer caluroso,
pero ya volvió a llover.
Me puse el vestido que tenía preparado y un rompevientos rosa. Eché dos libros y tres libretas en un morral de tela y me fui.
Resulta que caminé hasta el café, planeaba sentarme en la mesita de la esquina bien iluminada y tomarme un latte. Pero estaba cerrado.
Me quedó bien la misa de diez, regresé dos cuadras, llegué a tiempo. Me decanté por el lado izquierdo, no sé por qué, es por inecia, no vario mucho de banca. Muy sentimental, muy dispuesta, casi lloro, pero con juicio. Salí agradecida. ¡Cómo me gusta esa parroquia y esas mañanas de domingo!, con feligreses y el empedrado, el sol y las vendedoras del portón.
Caminé todo el tiempo pensando en historias que ya escaparon a mi pluma. Me encontré a un amigo perro, lastimado y hambriento. Es negro con la barba más hermosa que exista. Caminamos juntos unas cuadras, lo acaricié, me movió la cola.
Desayuné arbolitos con queso y tortillas. Compartí poemas, leí otros, se me van las horas. Me tomé un café para no quedarme con las ganas. Me puse a escribir en un cuaderno verde y me comí un plátano.
Metí la ropa, lleve al perro al baño.
Alimenté a los gatos.
Pensé en Roberto.
Leí Carta de Rumbos.
Destendí la cama.


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