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Nuestro orgullo es muy grande, más de lo que imaginamos, a veces esté nos priva de muchas cosas, aspectos tan importantes que son escenciales para vivir una vida plena y en armonía con nuestro propio ser, con nuestra mente.
Cuando no somos capaces de pedir perdón, es algo muy deprimente, porque dice mucho de nosotros. No tenemos la capacidad de reconocer nuestros errores ni de permitirnos a nosotros mismos tomar la responsabilidad y aprender de nuestros errores, de nuestras acciones.
Cuando no somos capaces de ver nuestras equivocaciones, sabemos que no las aceptamos, esto hace que no podamos aprender de ellas, esto deja la puerta abierta a cometer el mismo error una y otra vez, porque aún la herida no sana, aún es visible.
Si no quieres pedir perdón por los demás, hazlo por ti mismo, debes hacerlo por tu paz mental, por el demonio de tu persona, simplemente por crecimiento, piénsalo y reflexionalo, después déjalo ir.