Salmo. segmento XXIII. La Escolopendra.
Salmo
¡A tí, oh , gran señora antigua, dadora de los más hondos placeres y las más profundas alegrías, propiciadora de los besos insanos e infectos, donante del amor peligroso!
¡A tí, mujer de dulce voz y mirada brillante, de cálido vientre y de senos turgentes cargados de la leche del vicio, elevo este canto de alabanza!
¡Canta mi alma extática a tus manos y labios, infundidos con la sabiduría de las meretrices babilónicas, de las antiguas hetairas griegas de Corinto, de las amantes de las legiones de Roma!
¡Enaltece mi voz a tus sábanas olorosas a aceite de rosas y a axilas, a las varias esencias de los cuerpos, que fatigados, buscan anhelantes tus bálsamos!
¡Alzo mi voz y mis manos adoradoras hacia tí, salvadora de los condenados al amor rutinario e insulso del matrimonio, consuelo de los solitarios, iniciadora de los tímidos!
¡No ceses de escanciar la leche de tus mamas, a nosotros los sedientos, a nosotros los libertinos y a aquellos que se acercan curiosos a tu regazo!
¡Acúnanos siempre, protectora nuestra, en tu triángulo lúbrico. Calma nuestra alma atribulada com tu sonrisa vertical, cargada de ese amor viscoso y vibrante como un tumulto de anguilas!
© Mauricio Arias correa
¡A tí, oh , gran señora antigua, dadora de los más hondos placeres y las más profundas alegrías, propiciadora de los besos insanos e infectos, donante del amor peligroso!
¡A tí, mujer de dulce voz y mirada brillante, de cálido vientre y de senos turgentes cargados de la leche del vicio, elevo este canto de alabanza!
¡Canta mi alma extática a tus manos y labios, infundidos con la sabiduría de las meretrices babilónicas, de las antiguas hetairas griegas de Corinto, de las amantes de las legiones de Roma!
¡Enaltece mi voz a tus sábanas olorosas a aceite de rosas y a axilas, a las varias esencias de los cuerpos, que fatigados, buscan anhelantes tus bálsamos!
¡Alzo mi voz y mis manos adoradoras hacia tí, salvadora de los condenados al amor rutinario e insulso del matrimonio, consuelo de los solitarios, iniciadora de los tímidos!
¡No ceses de escanciar la leche de tus mamas, a nosotros los sedientos, a nosotros los libertinos y a aquellos que se acercan curiosos a tu regazo!
¡Acúnanos siempre, protectora nuestra, en tu triángulo lúbrico. Calma nuestra alma atribulada com tu sonrisa vertical, cargada de ese amor viscoso y vibrante como un tumulto de anguilas!
© Mauricio Arias correa