En un rincón oscuro, el Día de San Valentín,
Un alma herida, abrumada por su dolor sin fin,
En el abismo de la soledad, se encontró atrapada,
Cargando un peso inmenso, la tristeza amargada.



Las razones eran muchas, el mundo se le antojaba gris,
Sus sueños rotos y sus esperanzas, una vez vivas, ya no eran así.
Las penas se acumulaban, como piedras en su pecho,
Y el amor que anhelaba parecía un sueño lejano y deshecho.



Decidió colgar sus penas en la oscuridad profunda,
Buscando escapar de una vida que le parecía inmunda,
El corazón destrozado, el alma al borde del abismo,
Creía que el fin sería su única vía de alivio y optimismo.



Mas en su cuarto, en el momento crucial, Una puerta oscilaba, pendiendo en lo trivial,
Cuando a punto de partir hacia el más allá, Un gato negro apareció, sin previo avisar.



Maullidos tiernos llenaron el aire pesado, Simbolizando ternura en medio del caos de su pasado,
La belleza de la vida en esos ojos relució, Y en ese instante,
su decisión se detuvo, se congeló.



Prefirió no seguir por ese camino oscuro y triste,
En lugar de eso, eligió un vaso de vino que persiste,
El líquido carmesí le acarició la garganta con ternura,
Mientras el gato curioso observaba su triste aventura.



Bebió con avidez, dejando que la embriaguez lo envolviera,
En las sombras de la embriaguez, la tristeza parecía más ligera,
Acarició al gato, sintiendo su calidez y compañía,
Encontrando un destello de esperanza en medio de su melancolía.



En San Valentín, este cuento se desenvuelve,
De un alma herida que en la oscuridad se envuelve,
Prefirió la belleza, la ternura, el amor,
En lugar de la desesperación, encontró su resplandor.