...

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El significado de nuestro silencio.
Nos encontramos, solo un segundo,
y en ese brevísimo instante,
nuestras miradas se encontraron,
como si el tiempo se hubiera detenido
para dejarnos sentir el peso
de lo que nunca será.

¿Qué se puede revelar en un parpadeo?
¿Qué dolor puede contener un suspiro
cuando el alma grita en silencio,
anhelando palabras que nunca se dicen?
El dolor de ver tu reflejo tan cerca,
y aún así, saber que la distancia nos separa.

Tus ojos marrones, profundos y melancólicos,
buscaban entre los pupitres,
entre las sombras del aula que compartimos,
en ese rincón de nuestras vidas
donde cada mirada es una promesa rota,
cada gesto, un lamento no pronunciado.

Sentí un cosquilleo en mi pecho,
como si mi corazón, fiel y atormentado,
recordara cada toque que nunca ocurrió,
cada palabra no dicha, cada caricia
que el destino desvió, dejándonos
a merced del tiempo y la tristeza.

Y entonces, apartamos la mirada,
como si temiera abrir una herida
que sigue sangrando en lo más profundo,
como quien grita en silencio un amor
que arde con una intensidad imposible de olvidar,
pero que se ve condenado a ser un eco en la penumbra.

Nos sentamos a metros de distancia,
en este salón que guarda los susurros de nuestros secretos,
las huellas de nuestros sueños fragmentados,
la cruel ironía de estar tan cerca
y sin embargo, tan infinitamente lejos.

¿Por qué el destino nos une
solo para mostrarnos el dolor de la separación?
¿Por qué nos cruzamos de nuevo,
si solo queda el eco de lo que pudo ser
en cada rincón compartido y en cada mirada
que no se atreve a encontrarse?

Tal vez la respuesta está en el silencio,
en el peso abrumador de lo no dicho,
en ese segundo eterno donde nos dijimos todo,
sin pronunciar palabra alguna.

Amar es más que estar juntos,
es también aprender a dejar ir,
aunque el corazón se rompa,
aunque las lágrimas se escondan
tras una sonrisa rota, que apenas se mantiene.

Amar es aceptar el dolor de la ausencia,
es encontrar belleza en la tristeza,
es entender que el amor verdadero
no siempre se mide en el tiempo compartido,
sino en la profundidad de los sentimientos
que, aunque guardados en silencio,
siguen latiendo con una intensidad tan real
que nos consume y nos arrastra.

El amor no se desvanece con la distancia,
ni con el paso del tiempo.
Se transforma en un susurro constante,
en una melodía que acompaña nuestra existencia,
recordándonos que, aunque estemos tan cerca
y tan lejanos al mismo tiempo,
ese amor sigue siendo nuestro,
en la quietud de lo no dicho,
en la eternidad de un sentimiento
que no conoce el olvido.
© @poemasagridulces