Querida Noche
Este insomnio te lo dedico a vos, querida Noche, amante de la oscuridad y de sombrear todo a tu alcance porque sabes que ni el ostentoso día te lo puede impedir. Sabes que todo te pertenece en ese momento, y eso me encanta: la crucialidad de tus decisiones, la melancolía que inspiras y la bella sinceridad de tu sentir. Tu serenidad al compartir con el mundo tu azaroso pronóstico mientras contemplas la calma. Pero nunca apagas por completo la luz porque reconoces su importancia, y así, la luna y las estrellas son tus ojos destellantes que a veces veo reflejados en el agua.
Con la sonata nocturna que performas magistralmente cautivaste mis sentidos y hechizaste mi ser para nunca volver a ser el mismo. Cada día me mostrabas una diferente parte de vos y en la variedad de tu esplendorosa lobreguez me perdí para siempre.
Primero me introduciste a tus lamentos con solemnidad mientras me susurrabas con suma delicadeza las brisas de un recuerdo, acompañadas del sostenido grillar y de las sombras, que como nubes, tomaban formas fúnebres sobre la superficie. Segundo, tu jovial sosiego que interpretabas con la ayuda de continuas ráfagas de viento que se complementaban con las copas de los árboles para cantar sin sobresaltos las tonalidades de tu opaca felicidad. Tercero y último, cuando de pronto agitas esas ráfagas en violenta desesperación... Haces de tu cólera una hazaña, comunicando una vigorosa y precepitada lluvia con los impetuosos tronares que encienden y avivan el cielo. Una interacción sublime de la naturaleza. A veces los estallidos de tu congoja pueden asustar, pero a eso se dedican las emociones, a exprimir nuestro sentir. Ahí se halla el arte, en un corazón turbado, estremecido pero sumamente enternecido.
Durante toda la sonata, mantenés la distancia conmigo, tu humilde espectador, pero nunca siendo indiferente, nunca dejando de transmitir pesadas olas de nostalgia y yo nunca dejo de empatizar con tu enigmática oscuridad.
Reconozco que tu perspectiva es difícil de comprender para nosotros, seres sociales, acostumbrados a la luz del día que evidencia el alrededor tan fácilmente. Pero debo decir también que cada pieza de tu vasto espacio, querida Noche, alivia mis lágrimas y desde el principio, con tu sola presencia resuena un dilema entre temerte o apreciarte. Porque así es tu esencia, intensa, penetra la coraza de uno, lo acorralas desprotegido para luego esclarecer su sentir con tus ojos mágicos. En ellos veo dolor, melancolía y esperanza, trenzadas en un solo momento nocturno.
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Con la sonata nocturna que performas magistralmente cautivaste mis sentidos y hechizaste mi ser para nunca volver a ser el mismo. Cada día me mostrabas una diferente parte de vos y en la variedad de tu esplendorosa lobreguez me perdí para siempre.
Primero me introduciste a tus lamentos con solemnidad mientras me susurrabas con suma delicadeza las brisas de un recuerdo, acompañadas del sostenido grillar y de las sombras, que como nubes, tomaban formas fúnebres sobre la superficie. Segundo, tu jovial sosiego que interpretabas con la ayuda de continuas ráfagas de viento que se complementaban con las copas de los árboles para cantar sin sobresaltos las tonalidades de tu opaca felicidad. Tercero y último, cuando de pronto agitas esas ráfagas en violenta desesperación... Haces de tu cólera una hazaña, comunicando una vigorosa y precepitada lluvia con los impetuosos tronares que encienden y avivan el cielo. Una interacción sublime de la naturaleza. A veces los estallidos de tu congoja pueden asustar, pero a eso se dedican las emociones, a exprimir nuestro sentir. Ahí se halla el arte, en un corazón turbado, estremecido pero sumamente enternecido.
Durante toda la sonata, mantenés la distancia conmigo, tu humilde espectador, pero nunca siendo indiferente, nunca dejando de transmitir pesadas olas de nostalgia y yo nunca dejo de empatizar con tu enigmática oscuridad.
Reconozco que tu perspectiva es difícil de comprender para nosotros, seres sociales, acostumbrados a la luz del día que evidencia el alrededor tan fácilmente. Pero debo decir también que cada pieza de tu vasto espacio, querida Noche, alivia mis lágrimas y desde el principio, con tu sola presencia resuena un dilema entre temerte o apreciarte. Porque así es tu esencia, intensa, penetra la coraza de uno, lo acorralas desprotegido para luego esclarecer su sentir con tus ojos mágicos. En ellos veo dolor, melancolía y esperanza, trenzadas en un solo momento nocturno.
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