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Donde el río murmura...

En un valle callado, donde el río murmura,
una sombra se asienta, buscando su calma,
con un alma cansada, herida pero aún con ternura,
en el silencio profundo, se aventura su alma en la escritura.

Las flores susurran secretos del viento,
bajo el sol titilante, su brillo se desvanece,
un camino sin rumbo, un eco de lamento,
donde los sueños marchitan y la esperanza no aparece.

Las aves que cantan conocen su pesar,
en el campo florido, su risa se va al mar,
cada lugar en su esencia es un vacío profundo,
la tristeza consume su ser en este mundo.

En noches estrelladas, el miedo la abraza,
pensando en dejarse llevar por la brisa,
un mundo que ignora su risa sincera,
donde el eco del llanto se siente como espera.

Mas en el jardín quieto, brota una chispa,
un deseo profundo de amor que no cesa,
la fragilidad es fuerza, un fuego que avista,
un anhelo de ternura, una suave belleza.

Que no se rían de su tristeza guardada,
ni de sus batallas, que pesan como carga,
pues en cada suspiro, su voz se hace callada,
anhela hallar a alguien que desee estar a su lado sin nada.

Si solo alguien pudiera escuchar sus temores,
apoyarla sin juicios, abrigar sus clamores,
esa alma sentiría la paz en sus manos,
y en un mar de abrazos, hallaría nuevos planos.

Así, bajo el cielo vasto y compartido,
su viaje se entrelaza en la bruma del olvido,
un paso a la vez, en el silencio incierto,
y en el amor, saldrá de ese desierto.

No sé si en el futuro hallará lo anhelado,
o si verá sus sueños finalmente realizados,
pero dejo estas flores y palabras a su lado,
pues se me antoja soñar con un nuevo despertar,
donde el eco de su canto logre al fin brillar.
Nos veremos, alma abatida, no te des por vencida.

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