No hay forma de cambiar el pasado,
y aunque es muy fácil solamente ignorarlo,
y muy cliché decirte que puedes aprender de él.
Las agujas del reloj corren dejando un rastro de lágrimas en abundantes vidas.
Destrozando la fantasía de un futuro mejor.
De uno feliz.
El tiempo te deja cicatrices frágiles en el alma,
cicatrices que ni aún reflejando lecciones aprendidas,
todos hubiéramos elegido no cargar con ellas.
Ni formar parte de ese show de dolencias.
Quisiéramos volver a ser fetos y reusarnos a nacer.
Reusarnos a que el tiempo, empiece a correr,
a doler.

Las agujas del reloj se convierten en cuchillos filosos,
que apuñalan los sueños más profundos,
que desgarran mentes ociosas,
y con la sangre pintan un círculo vicioso de sufrimiento y dolor.
Puedes huir al campo, y quebrar el reloj.
Puedes huir lejos y olvidarte del constante conteo.
Puedes elegir ignorar sus tic toc y ser feliz así.
Porque fue el tiempo el que primero se olvidó de nosotros, y nos dejó en una carrera solitarios,
ignorando un clamor desgarrador.
Ignorando nuestro dolor...

Sangra. Y derrama tus lágrimas en esa roca, en la que el tiempo es irrelevante.
Sangra. Y cuando escuches un "tic toc" coge tu sangre y huye a cualquier otra parte... no sea que encontrando tu sangre siga su rastro, y de nada te haya servido correr herido, de nada te haya servido vivir escondido.


© Estefany Hernandez