...

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Para la pequeña valiente
Penélope, ya se que estas grande
que este viejo capaz ya no pueda ayudarte.
Que los problemas que tenés,
no son ni similares a los de mi juventud.

Penélope, ya sé que tenés treinta y tres.
Que lo profesional te desarma,
en un mundo donde nunca alcanza.
Que estas asustada,
y tengas respeto al deseo de ser mamá.

Penélope, no te preocupes tanto por el mañana, que la vida es un misterio
y la incertidumbre existe en cada deseo.
Esta bien que te permitas dudarte y guardes la distancia a los anhelos de tu corazón.

Penélope, cada vez que te veo
me acuerdo de tu mamá.
De aquellas noches vigilando la puerta con vos en los brazos,
a que llegue del trabajo.
Cenar juntos en la cocina
y decirme en el cuarto antes de dormir:
“que la vida al final, era saber equivocarse.”

Le daba gracias al destino,
el infortunio de nuestras precoz juventud.
Y la llegada de tu risa, era su mayor felicidad.

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