...

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Pequeño dios
Juega el niño en las alturas, de sus cuartos metafísicos,
A arrancar las patas del deseo, a sus hormigas humanas,
Quemando con su lupa, a rebeldes y a los cínicos,
Y desollando los vientres, de relaciones malsanas.

Mira el niño sus juguetes, dotados de corazones,
Y con celo omnipotente, los sentencia a la condena,
De angustias interminables y feroces aflixiones,
Pues su amor omnipresente, es abrazo y es cadena.

Corta el niño caprichoso, las arterias y las venas,
De libidos caminos, que incitan la desobediencia,
Con sus ojos omniscientes, que te miran como hienas,
Corta las auras del pecado, que insinuen indecencia.

El miedo de aquel niño, a que sus hijos no lo quieran,
Lo llevó a crear los campos de tormentos infinitos,
Y susurra en sus oídos, adorarme hasta que mueran,
O caminen por la tabla, con los yertos y malditos.

Ooz.

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