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RETRATO DE UNA VIDA
Mi infancia son recuerdos olvidados de risas y caídas, un pensamiento difuso de breve inocencia infantil.

Mi juventud son años de descontrolada euforia, aceptación de la despreocupada risa que perdí.

Siendo niño las lágrimas eran meros caprichos, y las risas abundaban incluso si no existían motivos.
Ahora todo cambió.
Y la vida, como en un proceso de metamorfosis, se transformó en deseos y sueños lejanos, con la experiencia y la madurez luchando por alcanzarlos.

Mi primer amor fue el más puro, el más certero, aquel que todos deberíamos conocer.
Mi primer amor fue la idea, extraordinaria y auténtica, de que a mí mismo era al primero al que debería querer.
Pues, si no, ¿quién lo haría, si alguna vez me encontraba solo, perdido o ausente, en la solitaria carrera que llamamos vida?

¿Soy un loco, o simplemente sueño?
¿Perdí la cordura, o gané imaginación?
¿Atrapado estoy por las cadenas de la melancolía, o libre vuelo por los campos de la idealizada ficción?

Respuestas a preguntas, que a la Luna consulté, son las que me ahogan cuando trato de saber.
Saber si la espada compensa la caída de los versos, saber si los versos aprueban la aparición de la guerra, saber si la guerra compensa la elección de la muerte, saber si la muerte compensa de la vida el dolor.

Y si no hay nada que la espada pueda enmendar más que la tinta, ni nada que las balas puedan destruir más que una palabra, ¿Por qué insisten los hombres en usar como lienzo el campo de batalla, e impregnarlo de la roja tinta que antes fluía por las venas de sus compañeros?

Mi vida son recuerdos de bailes y batallas, pasos y cicatrices que algún día olvidaré. Mas estos siempre dejan en mi alma algunas marcas, las señales de un camino que en otra vida andaré.

Todo se transforma, cambia y evoluciona, pero no varía la esencia del recipiente el color. Si en esta vida yo fuera un necio, un loco, o figura de libre pensador, no importaría el aspecto, pues en la siguiente, seguiría siendo yo.

¿Pero quién soy yo para mí y quién soy yo para el otro? ¿Me ve igual el espejo, que yo mi mismo reflejo? ¿Será mi imagen la misma, sin variación ni opinión, la que comparten todos los ojos que juzgan sin compasión?

Qué más da, no importa. Pues yo no soy uno, sino muchos a la vez, depende de quién me mire, quién observa y quién ve.

Siendo yo muchas personas, ideas y principios, la verdadera estampa es siempre la que veo yo mismo. Pues soy yo quien la observa con el ojo más crítico, y soy yo quien la moldea con la mano más justa. Cambiando los defectos a mi propia voluntad, y no a la de otros, que con sus palabras la intentan mancillar.

Yo mismo hablo con mi propio yo. Pues soy mi más pura y verdadera creación. No soy la copia de la crítica ajena, ni la imagen de un falso ideal. Soy lo que yo he creado, llorado y amado, y soy las correcciones de las antiguas caídas.

Pues mi vida son recuerdos de una parte de mí mismo, y piezas que he dejado caer por los caminos.

Y cuando llegue el último día de mi dichosa existencia, emprenderé el final del viaje con sonrisa como bandera. Pues la nueva vida que a la vuelta espera, será solo el comienzo de una nueva novela. Llenaré sus páginas de alegrías, y secaré con sus hojas mis lágrimas. Pero no olvidaré nunca el sentido de sus palabras.

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