...

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Pero…
Cuando por fin
mi madre volvió de tanto olvido
ya era demasiado tarde.
Ni la comida tenía sal para entonces,
ni mi hermana estaba unida a mi corazón
y por si fuera poco mi interés en la vida
se estaba desmoronando ferozmente.
Ella jamás logró notarlo
pero yo nunca pude culparla del delito.
Es más, primero culpe a dios,
porque muy en el fondo
yo no sabía distinguir en ella
su vano intento de recuperarlo todo
que el de echarlo a la basura.
Hasta el momento, no me he curado
de sentir tanto contra dios
pero en fin, en el empleo constante
de erradicar la noche
reencontré lo verdadero.
Pensé que yo podía, pero no logré hacerlo

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