...

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Cortejando
Antes
El lagarto era el rey.
Él me llamó Hijo
y lo seguí.

Siguiendo su rastro, aprendí a olvidar.
Siguiendo su aroma, aprendí a escribir.

Ella me nombró Marea,
y me mecí en el vaivén de su regazo.

Me elevaba con su creciente ya plateada.
Menguaba bajo su halo menguante.

Ella me llamó el último ejemplar
y me extendió sobre el firmamento
hasta cubrir toda la extensa mar.
Claro de Luna, Los versos perdidos de Adán, y Para Elisa.

En el ocaso, encendió un cigarro
y me concedió un par de momentos.
Ocultándose tras una nube,
ella reveló su magia.

Algunas noches me fundí en su mirada,
y releí sus versos encriptados de su propia creación.

Otras noches dormí sin descanso
y sin sueños.

Ella me llamó su flecha,
y con cautela me tensó y me liberó.

Y sigo surcando el viento,
vibrando con su intención.

© snieto