Cortejando
Antes
El lagarto era el rey.
Él me llamó Hijo
y lo seguí.
Siguiendo su rastro, aprendí a olvidar.
Siguiendo su aroma, aprendí a escribir.
Ella me nombró Marea,
y me mecí en el vaivén de su regazo.
Me elevaba con su creciente ya plateada.
Menguaba bajo su halo menguante.
Ella me llamó el último ejemplar
y me extendió sobre el firmamento
hasta cubrir toda la extensa mar.
Claro de Luna, Los versos perdidos de Adán, y Para Elisa.
En el ocaso, encendió un cigarro
y me concedió un par de momentos.
Ocultándose tras una nube,
ella reveló su magia.
Algunas noches me fundí en su mirada,
y releí sus versos encriptados de su propia creación.
Otras noches dormí sin descanso
y sin sueños.
Ella me llamó su flecha,
y con cautela me tensó y me liberó.
Y sigo surcando el viento,
vibrando con su intención.
© snieto
El lagarto era el rey.
Él me llamó Hijo
y lo seguí.
Siguiendo su rastro, aprendí a olvidar.
Siguiendo su aroma, aprendí a escribir.
Ella me nombró Marea,
y me mecí en el vaivén de su regazo.
Me elevaba con su creciente ya plateada.
Menguaba bajo su halo menguante.
Ella me llamó el último ejemplar
y me extendió sobre el firmamento
hasta cubrir toda la extensa mar.
Claro de Luna, Los versos perdidos de Adán, y Para Elisa.
En el ocaso, encendió un cigarro
y me concedió un par de momentos.
Ocultándose tras una nube,
ella reveló su magia.
Algunas noches me fundí en su mirada,
y releí sus versos encriptados de su propia creación.
Otras noches dormí sin descanso
y sin sueños.
Ella me llamó su flecha,
y con cautela me tensó y me liberó.
Y sigo surcando el viento,
vibrando con su intención.
© snieto