...

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Too far to return.
Y mientras más me alejaba,
más tropezaba.
Porque mi corazón dolido tenía prisa en alejarse del camino.
Y corría ardido lejos, hacia cualquier dirección,
hacia cualquier destino.
Corrí ciega, por el valle, deambulante.
Y tropecé tantas veces que las heridas se hicieron graves... se hicieron notables.
Corrí tanto que al detenerme, y mirar hacia todas partes, no reconocí nada a mi alrededor.
Y al mirarme al espejo, no me reconocí.
Entre más me alejé, más me trastorné.
Y donde sea que ahora yo esté, ya no sé cómo volver.
Se siente triste y lúgubre mi destino,
En las noches me muero de frío y aunque clame,
no hay quien escuche mi alarido.
No está ese calor divino,
que solía arrullarme mientras lograba que dejara de preocuparme.
No está esa paz en el interior,
esa paz que solo me la daba mi Señor.
No está ese cosquilleo de alegría y motivación en el corazón.
Ya no están todas esas cartas de amor, esas,
las que escribí con un plumón,
pero las dictó el alma y el corazón en una grata colaboración.
Porque compartían esa gran admiración hacia ese artista, ese pintor, ese escultor...
El que pinto el cielo,
y esculpió la tierra.
El que dió brillo a las estrellas,
y dió vida a las criaturas más bellas.
Me alejé tanto, engañada por mi propio quebranto,
y lo único que logré con eso,
fue empeorarlo.

© Estefany Hernandez