Capítulo octavo.

En su rostro la agonía de mostraba, como una daga que lo envenenaba, mientras que gritona, rogaba por su liberación, por su redención mientras que su enemigo lo admiraba con orgullo y pasión, ya que eran caras de una misma monada, el era la paz que anhelado y el otro la muerte que lo acosaba.

La contienda amenazaba con continuar hasta el alba,mientras que la niña divisaba en el espesor de la batalla, una figura que disfrutaba de esa escena desgarradora.

Ella comenzó a gritar, para avisar a su padre que no se detenía en un contienda, el estaba encerrado en la jaula que en su corazón llevaba, donde en el un demono lo cautiva, no se daba cuenta de lo que pasaba, pero su rival por alguna razón detuvo la lucha y le dijo "viejo amigo, sigues siendo ese ser, no has cambiado, pero está vez...