Tú me diste mariposas.
Me llenaste el estómago de esos pequeños insectos alados que revoloteaban cuando tú sonreías.
E incluso cuando esas mariposas empezaron a arder dentro de mí, yo quise contagiarme de ese fuego... tu fuego.
Porque era cálido, pero estaba lejos.
Porque ardía con destrucción, pero sus llamas bailaban con mis latidos.
Porque era tuyo y así sentía que algo de ti me pertenecía a mí también...
Y cuando pensé que ese fuego solo era el recuerdo de una llama que se había visto extinguida por la escasez de esperanza...por la escasez de ti...
Me di cuenta de que habías provocado otro incendio.
Uno diferente...
Pero ya no era yo quien lo sentía.
Porque en tus labios ahora asomaba el nombre de otra persona.
Y todas mis mariposas gritaron y cayeron por las paredes de mi estómago, que empezó a descomponerlas...
Pero incluso así, nunca quise deshacerme de sus alas.
Las alas de esas mariposas aún te esperan en mi estómago, por si algún día decides hacer que vuelvan a volar.

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