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2=1 momento de placer
Con la mirada ennegrecida y sus pupilas engrandecidas, una sonrisa lobuna se tatuó en la comisura de sus carnosos labios.
Sobre sus muslos endurecidos y aún semi vestidos, el peso del contrario, con movimientos lentos provocan en ambos grandes estragos.
Dedos inquietos que buscan piel expuesta, externa, interna, caricias que recorren terrenos nuevos y cálidos al tacto provocan tensión.
Belfos que se muerden y entrecortan el aire, mientras las bocas se acercan y las miradas se deshacen en el otro detonan la pasión.
Las frentes arden, esa capa fina de sudor y mejillas carmesí mezcladas con el fuego del bajo vientre y los cortocircuitos que generan corriente que suben y bajan por los extremos de ambos cuerpos compiten entre sí.
Jadeos indecentes, sonrisas ardientes, deseo imponente, arriba lento, abajo potente, vaivén de los amantes que susurran pasiones volcánicas a los oídos ya excitados por los sonidos que generan sus cuerpos húmedos y necesitados de placer.
Enloquecidos aceleran, gimen y se profesan hasta llegar a las estrellas entre gemidos ahogados, cabellos desordenados, sonrisas agitadas y espasmos consecutivos, con las miradas perdidas y el cansancio satisfactorio que el climax les dejó tatuado en la piel.
✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨
© 2023 Alice InWonderland
Sobre sus muslos endurecidos y aún semi vestidos, el peso del contrario, con movimientos lentos provocan en ambos grandes estragos.
Dedos inquietos que buscan piel expuesta, externa, interna, caricias que recorren terrenos nuevos y cálidos al tacto provocan tensión.
Belfos que se muerden y entrecortan el aire, mientras las bocas se acercan y las miradas se deshacen en el otro detonan la pasión.
Las frentes arden, esa capa fina de sudor y mejillas carmesí mezcladas con el fuego del bajo vientre y los cortocircuitos que generan corriente que suben y bajan por los extremos de ambos cuerpos compiten entre sí.
Jadeos indecentes, sonrisas ardientes, deseo imponente, arriba lento, abajo potente, vaivén de los amantes que susurran pasiones volcánicas a los oídos ya excitados por los sonidos que generan sus cuerpos húmedos y necesitados de placer.
Enloquecidos aceleran, gimen y se profesan hasta llegar a las estrellas entre gemidos ahogados, cabellos desordenados, sonrisas agitadas y espasmos consecutivos, con las miradas perdidas y el cansancio satisfactorio que el climax les dejó tatuado en la piel.
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