#20: NOTION
Me siento a la mesa y simplemente veo vestigios de lo que ya no es.
Ajena y unida únicamente por un hilo delgado de genética y sangre.
¿No te das cuenta lo que estás perdiendo?
¿O es que nunca nos quisiste y sólo te quedaste porque no había ninguna otra opción?
Te quiero escupir todas estas cosas que se acumulan en la garganta.
Te quiero gritar y decir que abras los ojos.
Pero nada de eso sucede.
Mirada hacia el plato, ruido de cubiertos.
Engullo la tristeza y la bronca como alimento cotidiano.
Y en mi cabeza se reformulan todas esas cosas que nunca pensaba que llegarían a nuestras puertas.
No hay sonrisas, no hay palabras.
¿Esta es la vida que nos depara ése Dios del cual tanto amas?
Sospecho que no existe o que sólo se burla de esta casa.
Y los días pasan de la misma forma.
Ya no hablas conmigo.
Ni tampoco me nace contarte mis inquietudes o mis días.
Los tres sabemos que el final es inminente.
Que ya elegiste con quién quedarte.
La comida se convierte en piedra pesada en mi estómago.
El rostro de mi madre es un lienzo rasgado.
Y dime, ¿qué demonios estás haciendo?
¿Eso quieres?
Y sé que te vas a arrepentir cuando aquél gigante pise fuerte en estas tierras.
Pero no me queda nada, nada por llorar.
Mataste todo con tu accionar.
Te vas a quedar sin ella y te arrepentirás.
Al final, vos me demostraste lo que yo no quiero.
Que algunos hombres te utilizan y drenan hasta la última gota de vida.
Te sumen en las sombras y detrás de la cocina.
Así te enseñaron y así estás haciendo.
Y el día que abras los ojos, todas estas nociones te van a aplastar el corazón.
Te estás equivocando.
Con ella y conmigo.
Porque los lobos vienen bien disfrazados.
Y por voluntad propia te van a masticar y tirar.
Te estás olvidando de ella, de mamá.
La única mujer que te amó de verdad.
© Emilia R.B
Ajena y unida únicamente por un hilo delgado de genética y sangre.
¿No te das cuenta lo que estás perdiendo?
¿O es que nunca nos quisiste y sólo te quedaste porque no había ninguna otra opción?
Te quiero escupir todas estas cosas que se acumulan en la garganta.
Te quiero gritar y decir que abras los ojos.
Pero nada de eso sucede.
Mirada hacia el plato, ruido de cubiertos.
Engullo la tristeza y la bronca como alimento cotidiano.
Y en mi cabeza se reformulan todas esas cosas que nunca pensaba que llegarían a nuestras puertas.
No hay sonrisas, no hay palabras.
¿Esta es la vida que nos depara ése Dios del cual tanto amas?
Sospecho que no existe o que sólo se burla de esta casa.
Y los días pasan de la misma forma.
Ya no hablas conmigo.
Ni tampoco me nace contarte mis inquietudes o mis días.
Los tres sabemos que el final es inminente.
Que ya elegiste con quién quedarte.
La comida se convierte en piedra pesada en mi estómago.
El rostro de mi madre es un lienzo rasgado.
Y dime, ¿qué demonios estás haciendo?
¿Eso quieres?
Y sé que te vas a arrepentir cuando aquél gigante pise fuerte en estas tierras.
Pero no me queda nada, nada por llorar.
Mataste todo con tu accionar.
Te vas a quedar sin ella y te arrepentirás.
Al final, vos me demostraste lo que yo no quiero.
Que algunos hombres te utilizan y drenan hasta la última gota de vida.
Te sumen en las sombras y detrás de la cocina.
Así te enseñaron y así estás haciendo.
Y el día que abras los ojos, todas estas nociones te van a aplastar el corazón.
Te estás equivocando.
Con ella y conmigo.
Porque los lobos vienen bien disfrazados.
Y por voluntad propia te van a masticar y tirar.
Te estás olvidando de ella, de mamá.
La única mujer que te amó de verdad.
© Emilia R.B