#35: OLD CARDIGAN
Cada segundo cuenta, cada palabra lastima.
Las lágrimas se reúnen en tertulia.
Manos temblorosas.
Silencio en mi boca.
¿Qué decirte?, nada te hará detener tu rabia.
Recibo tus puñales certeros.
Y dejo que se entierren muy profundo.
Nada de lo que pueda decirte hará que tu mirada se suavice.
Mis pensamientos emprenden un viaje lastimero sin retorno.
Más dices, más me hieres.
Me muerdo los labios que sólo podrían profesarte amor.
Y me señalo como la culpable de tu enojo.
Puedes odiarme pero nunca podrás hacerlo en la manera en que yo suelo despreciarme.
Un viejo cardigan tirado en el suelo.
Aquí, en el descenso de lo tremendo se ahogan las palabras que ya no pueden salir de mi boca.
Y ésta vez, las fuerzas me abandonan.
Se desploman mis huesos.
Allá afuera comienza a llover lo que mis ojos aún no se animan a hacer.
Mis brazos rodean lo poco que me queda.
La figura del espejo que veo a lo lejos se ríe burlonamente de mí.
Confirma que el pájaro de alas doradas regresa a su jaula de hermetismo.
Un suspiro intenta descomprimir la falta de oxígeno.
Y aún así, me perdí.
© Emilia R.B
Las lágrimas se reúnen en tertulia.
Manos temblorosas.
Silencio en mi boca.
¿Qué decirte?, nada te hará detener tu rabia.
Recibo tus puñales certeros.
Y dejo que se entierren muy profundo.
Nada de lo que pueda decirte hará que tu mirada se suavice.
Mis pensamientos emprenden un viaje lastimero sin retorno.
Más dices, más me hieres.
Me muerdo los labios que sólo podrían profesarte amor.
Y me señalo como la culpable de tu enojo.
Puedes odiarme pero nunca podrás hacerlo en la manera en que yo suelo despreciarme.
Un viejo cardigan tirado en el suelo.
Aquí, en el descenso de lo tremendo se ahogan las palabras que ya no pueden salir de mi boca.
Y ésta vez, las fuerzas me abandonan.
Se desploman mis huesos.
Allá afuera comienza a llover lo que mis ojos aún no se animan a hacer.
Mis brazos rodean lo poco que me queda.
La figura del espejo que veo a lo lejos se ríe burlonamente de mí.
Confirma que el pájaro de alas doradas regresa a su jaula de hermetismo.
Un suspiro intenta descomprimir la falta de oxígeno.
Y aún así, me perdí.
© Emilia R.B