Sanar tarda pero llega :)
Ya no soy el mismo en este rincón,
donde mis palabras se entregan desnudas
y alcanzan a quienes, como tú,
leen en la penumbra, compartiendo una sombra,
esa que se llama melancolía,
ese silencio que es más que dolor.
He comenzado a mirar otros ojos,
ojos que no son los suyos,
y sin embargo, aun frente a estos rostros nuevos,
me pregunto si alguna vez dejamos de buscar,
si alguna vez olvidamos,
o si, de algún modo, siempre volvemos al mismo abismo.
Quizá tú también lo has sentido,
esa sensación de que, aun alejándonos,
seguimos enredados en aquello que dejamos atrás,
como si el amor fuera un laberinto sin salida,
una trampa que nos tiende la memoria.
Dime, lector,
¿sanamos realmente o simplemente aprendemos a vivir con las cicatrices?
¿Es el tiempo, acaso, un aliado o un enemigo,
al diluir los recuerdos mientras sigue tejiendo
la nostalgia entre los dedos?
¿O quizás nuestro destino es vagar siempre,
buscando el reflejo de esos ojos en otros,
añorando una paz que nunca llega?
Hoy camino hacia dentro de mí,
buscando encontrarme en este espejo roto,
intentando hallar el eco de mi propio ser.
Quizás tú también conoces esa búsqueda,
ese intento de reconciliarte con tus fantasmas,
con los ecos que murmuran nombres olvidados.
Podríamos decir que extrañamos,
pero ¿es nostalgia o necesidad?
¿Es amor lo que sentimos, o solo el miedo
a un vacío que nadie puede llenar?
Y aunque estas palabras tal vez nunca lleguen a sus oídos,
me pregunto si ella también
ha hallado en la distancia una paz,
si acaso el olvido es realmente posible,
o si siempre queda algo de nosotros en otro.
Lector, si alguna vez te preguntas si hay salvación,
quizá la duda sea la única respuesta,
la certeza de que lo amado sigue vivo en algún rincón,
que todo lo que fuimos permanece,
aunque cambiemos, aunque sanemos.
Y entonces, dime,
¿sanamos, o solo aprendemos a coexistir
con las sombras de quienes fuimos?
© @poemasagridulces
donde mis palabras se entregan desnudas
y alcanzan a quienes, como tú,
leen en la penumbra, compartiendo una sombra,
esa que se llama melancolía,
ese silencio que es más que dolor.
He comenzado a mirar otros ojos,
ojos que no son los suyos,
y sin embargo, aun frente a estos rostros nuevos,
me pregunto si alguna vez dejamos de buscar,
si alguna vez olvidamos,
o si, de algún modo, siempre volvemos al mismo abismo.
Quizá tú también lo has sentido,
esa sensación de que, aun alejándonos,
seguimos enredados en aquello que dejamos atrás,
como si el amor fuera un laberinto sin salida,
una trampa que nos tiende la memoria.
Dime, lector,
¿sanamos realmente o simplemente aprendemos a vivir con las cicatrices?
¿Es el tiempo, acaso, un aliado o un enemigo,
al diluir los recuerdos mientras sigue tejiendo
la nostalgia entre los dedos?
¿O quizás nuestro destino es vagar siempre,
buscando el reflejo de esos ojos en otros,
añorando una paz que nunca llega?
Hoy camino hacia dentro de mí,
buscando encontrarme en este espejo roto,
intentando hallar el eco de mi propio ser.
Quizás tú también conoces esa búsqueda,
ese intento de reconciliarte con tus fantasmas,
con los ecos que murmuran nombres olvidados.
Podríamos decir que extrañamos,
pero ¿es nostalgia o necesidad?
¿Es amor lo que sentimos, o solo el miedo
a un vacío que nadie puede llenar?
Y aunque estas palabras tal vez nunca lleguen a sus oídos,
me pregunto si ella también
ha hallado en la distancia una paz,
si acaso el olvido es realmente posible,
o si siempre queda algo de nosotros en otro.
Lector, si alguna vez te preguntas si hay salvación,
quizá la duda sea la única respuesta,
la certeza de que lo amado sigue vivo en algún rincón,
que todo lo que fuimos permanece,
aunque cambiemos, aunque sanemos.
Y entonces, dime,
¿sanamos, o solo aprendemos a coexistir
con las sombras de quienes fuimos?
© @poemasagridulces