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Una rosa hecha mujer
Me miró tan genuinamente apasionada, que el incierto pudor que antes otorgaba, se convirtió en el más vivo deseo, sus labios se entreabrieron y de ellos escapó la criminal dolencia de quién sufre un amor a fuego ardiente, más ardiente que el fuego del infierno.

Contra la pared me acorraló, las lágrimas empezaban a fluir de sus ojos mientras repetía una y otra vez cuánto me amaba, me besó y una veta de raciocinio llegó a mí, entendí lo que estaba a punto de pasar, y comprendí que ella; quería dar rienda suelta, y enseñarme el verdadero significado de su nombre... Rosa.

Me tomó del cuello, me mordió los labios, sentí temblar sus...