Personas...
Como almas fugaces se cruzan unas con otras.
Desconocidos efímeros, extraños en la otra esquina de la acera.

Son solo eso al principio, ¿Como pueden significar tanto después?

Ni siquiera nos paramos a reparar en sus rostros, a duras penas en su ropa.
Son solo caminantes silenciosos sin recuerdos a los que asociarles.
Solo unas caras borrosas formando parte de recipientes que consideramos vacíos.

Pero a veces esas caras dicen tanto...

La mueca nostálgica de aquel anciano que recuerda tiempos de juventud, saltando el vallado de una finca vecina, y conociendo así las locuras de su adolescencia, de las cuáles se arrepentiría años después.

La carcajada inocente de esos niños a los que aún les quedan cosas por aprender, y que permanecen felices sin darse cuenta de que el mundo se extiende aún más lejos de ese parque cercano en el que juegan con sus padres.

La sonrisa avergonzada de aquel adolescente en el metro, que conversa con el que cree ser su amor definitivo, sabiendo que no encontrará un amor más deseado que precisamente ese que no pueda tener.

Como nos gustan las historias imposibles, con trágicas promesas y romances inciertos.
Lástima que no todos nos esforzamos en conocerlas entre las páginas de un libro o escondidas en los efímeros instantes de la propia vida.

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