Ella emana luz, un destello en la penumbra,
su risa es un faro que guía mis pasos perdidos. Él, en cambio, es sombra, un misterio que deslumbra, un susurro profundo que abraza lo prohibido.

En cada encuentro breve, el tiempo se detiene, las horas se desvanecen en el roce de sus manos. Las miradas se cruzan, y el deseo se sostiene, como un hilo invisible que une sus destinos.

Ella es la brisa suave que acaricia su piel,
el eco de risas dulces que despiertan la pasión. Él es el fuego oculto que arde bajo su miel, una tormenta de anhelos que despierta la emoción.

Cada despedida es un duelo al corazón,
una lucha entre el deseo y la razón contenida.
Se encuentran en los sueños, donde no hay restricción, donde las sombras bailan y las luces son vida.

Cuando sus labios se encuentran, el mundo se apaga, y el aire se vuelve espeso como un sueño profundo. Cada beso es un poema que la piel despliega, un canto a lo prohibido que se siente en lo fecundo.

Ella siente su aliento como un fuego en su pecho, un volcán...