...

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Cicatrices de un amor que se quebró
Y si otra vez escribo para ti,
aunque el lector ya esté harto
de estos versos que sangran tu nombre,
es que no sé pensar en nadie más,
no sé olvidar, solo sé seguirte amando.

Cada línea que escribo es una bala,
pero no en tu dirección,
no, estas balas son para mí,
que me quedé aquí,
como un idiota creyendo en promesas vacías,
cayendo en la trampa de un amor que solo existía en mi mente.

Hoy una vieja amiga me soltó una bomba,
me dijo que tal vez me fuiste infiel,
y yo, ciego por el amor que te tenía,
ni siquiera supe dudarlo,
ni siquiera quise preguntarme
si todos esos besos y caricias
eran solo parte de tu juego macabro.

Es irónico, ¿no?
Fuiste tú quien prendió el fuego,
quien avivó las llamas,
y después, sin más,
dejaste que se extinguiera,
dejaste que todo se consumiera en cenizas
mientras yo me quedaba solo
en medio de las ruinas.

No hay nadie más en mi mente,
solo tú, mi bella, mi ebria hasta el delirio,
mi puñal más afilado,
mi dulce veneno,
la razón de mi locura.

En las noches, cuando los versos más tristes nacen,
las lágrimas se mezclan con la rabia,
y mi corazón, herido y sangrando,
no deja de maldecirte,
no deja de adorarte.

Durante el día,
mi cabeza es un campo de batalla,
donde cada pensamiento lleva tu nombre,
donde cada recuerdo es un golpe
que me arrastra de vuelta a ti,
a lo que fuimos,
a lo que ya no seremos.

¿Es de poetas amar hasta destruirse?
¿O soy solo un imbécil que se dejó engañar,
que nunca entendió que el amor
era una farsa,
una trampa mortal,
que tú tendiste con una sonrisa?

No lo sé,
y en este punto,
ya ni me importa,
porque este amor,
este maldito amor,
me consume, me destroza,
me arranca la piel,
y aunque quiera sacarlo de mí,
no puedo,
no quiero,
porque en lo más profundo,
en lo más jodido de mi ser,
aún te amo
con la misma intensidad
con la que te odio.

Te pediría que te quedes,
que te quedes un poco más,
solo un maldito segundo más,
para que te lleves todo lo que soy,
todo lo que fui,
incluso ese sentido del humor
que tanto te hacía reír,
que tanto me hacía vivir,
y que ahora me deja aquí,
vacío,
muerto en vida.

No sé si fue mi error o el tuyo,
pero simplemente no pude más,
no pudimos más,
y lo que una vez llamamos amor
se enfrió, se quebró,
se murió,
y con él,
me mataste tú también.
© @poemasagridulces