...

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La corriente
Me atraviesa la corriente,
no hay bien mi mal en mí,
y yo soy el río
que fluye dentro de tí

Soberana es la marea,
aunque creamos nadar,
le pertenece el rumbo a ella.
No vive quien flota
y no muere quien se ha hundido,
pues la corriente no conoce fin
y nunca ha nacido.

Ardo con aquellos que se queman,
abrazan las llamas su piel
y corre el fuego por mis venas,
ceniza es mi piel
cuando recorre sus brazos y piernas.
Sólo el calor es verdadero,
duele y duele muy dentro,
y el placer que siento es inmenso.
Danza la hoguera,
danza y asciende
y aunque llueva y se apague,
la ceniza vuela por siempre.

La destrucción es comienzo
y corre raudo el viento,
y es tan libre como es prisionero,
no te puede mover,
pero baila con tu pelo.
Me arrastra al torbellino
y mi cuerpo emprende vuelo,
pero el alma es más pedsada,
firme, se arraiga al suelo.

El suelo es fértil
y también da entierro,
crecen flores sanas
de mi cuerpo muerto.

Es tierra el aire,
es agua el fuego,
tú y yo también lo somos,
pero nunca lo entenderemos.