...

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No soy poeta
No tengo las vocales
del poeta que sabe
morir en sueños,
remanecer su música
en lamentos de mímica
angustia inhumana,
de décrepita locura
palpitando en el nervio.
Agujas de demencia,
blancas y negras se alternan,
hábiles para extraer vida
del mismo hueso:
cable maldito, impaciente,
esclavo de mi ímpetu.

Soy un estado de hielo
que derrite sus mejillas
cada cierto tiempo,
cuando el sol arde
en la presa de carne
que es mi hambre.
Sed de escapar lejos,
pues se me cae la voz,
tan propia de la lluvia:
deformada astilla de agua
clavada en las capas,
penetrando por mis palmas.

Aunque farsante mi boca,
no miento cuando escribo.
Siento un alfiler atravesando
mi cráneo, mi sangre, mi ser.
Obstruye mi flujo de pena celeste,
secretan mis ojos alegría enfermiza;
pus de mar vociferante.
Negro y blanco de verso infraganti,
soy el sofión febril de un animal
deseando el vibrato del sol:
su alfil carmesí cónico,
su forma de maserar el frío.
Tal vez soy otra fibra del papel,
pero poeta nunca seré.

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