...

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Ayer
La mañana se abre como una carta enamorada
que espera su regalo de luz,
un beso retraído a la adolescencia,
recuerdos que se pierde entre la bruma
como juegos que desaparecen de la historia.

Cómo cambian los espasmos del día
cuando me escabullo entre reflejos del sol
para escapar del desasosiego
que marca las pautas de la existencia.

¿Dónde queda el azul del mar?
¿Dónde quedan los anhelos perdidos?
Se abre ante mi la fugaz guadaña del pasado
que amortaja el discurso al estallar bajo mis pies.
La realidad de las huellas es silencio en emoción.

Dejamos las cicatrices a lo lejos
y nos duelen las heridas de la piel
como si fueran surcos en la arena
que se quedan anquilosados en la retina.

No recuerdo el vacío de antaño,
pero ahora, me estremece el crepitar de las hogueras
como un martilleo que me habla de lo que fue,
y ahora ya ha muerto...

© Víctor García