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Declive
Como una estrella en su apogeo tuvo el amor, en el brillo de nuestras miradas, un estandarte del vicio. Que propició en cada encuentro el derrumbamiento del mundo, el fin de la guerra y de la paz; la pausa del tiempo en su fuga, haciendo también al mal escatimar sus frutos amargos a la tierra.
Pero el declive insoslayable de todo lo que florece, de todo lo que crece con vigor hacia la plenitud de su fuerza, se ensañó con este amor voraz, que al no hallar ya nada en nuestras magras voluntades, se devoró a sí mismo. Ya no eran los bordes de la cama la frontera encantada entre la felicidad y la nada. Ya no era el anhelo un tósigo para la memoria. Nunca fuimos más los bienaventurados, los olvidadizos. La ceremonia de los cuerpos degeneró en el rito de una religión que se empobrece por la vejez y la deformidad sufridas por sus dioses. Nuestras miradas anochecidas hicieron de nosotros un par de extraños.


© Mauricio Arias correa