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Jesucristo en mi soledad
Ya no camino en las calles como esperando encontrarte,
sé que no vas a volver y tampoco voy a buscarte,
te deseo el bien donde estés, poco a poco se me olvida aquella vida compartida que me dejó un gran estrés.

Jesucristo me acompaña, con el hablo cada noche,
me da esa paz infinita cuando recaigo en desorden,
le pido que te proteja, ya estoy harto de rencores,
todo queda perdonado si es que algún día me fallaste.

No estoy rogando que vuelvas ni buscando algún reencuentro,
me ha costado extraviarme a mi mismo y encontrarme muerto,
pero por suerte el lamento desde siempre ha sido juez,
de lejos miraba el peligro y jamás me acobardé.

Me quedé con disciplina firme esperando el hundirme,
pero saltaste del barco pensando que iba a morirme,
elegiste nadar sola sin miedo a las aguas turbias
y ahora eres presa cualquiera para bestias de aquel mar.

Yo jamás solté el timón, siempre busqué dirección,
con la rosa de los vientos pero sólo me espinó,
me engañó, me burló y míranos donde estamos hoy,
yo hundido en el pensamiento y tú tan plena sin mi voz.

No sé si fuiste o fui yo, el que menos valoró,
esa mitad compartida que cada quien se entregó,
ya no importa encontrarle sentido alguno a la ecuación,
nunca fui fan de los números pero si del dolor.

Nuestra historia fue algo corta pero créeme, me gustó,
no me arrepiento de nada aunque por dentro haya un ardor,
un ardor que prevalece sempiterno a día de hoy
que me recuerda estar vivo y me recuerda bien quien soy.

Ya no busco noches eternas, solamente duermo y ya,
para al día siguiente ver una vez más mi soledad,
esa que siempre estuvo a mi lado antes de tu llegar,
y la misma que sigue leal y firme en mi oscuridad.


© •K A O S•