☀️

Es pleno verano,
y el sudor frío de las pesadillas
se fusiona con el flamante calor
que sale en forma de rayos
por la tenue y pulcra ventanilla.

Es baile y es canto
saber que tengo un auto,
conocer aquellas rutas del encanto,
hablar con otros sobre irme,
y a la vez ser capaz de tanto.

Es demasiado satisfactorio,
guardar las llaves en mi bolsillo,
abrir ambas puertas del armario,
sacar afuera todos mis dolores
y colocarme los más lindos anillos.

Es tensor de folículos,
salir lentamente por la puerta
con dos bolsos y una maleta,
acomodarlos en el baúl del vehículo,
y sin mucho ruido cerrar la compuerta.

Es maravillosamente poético
poner algo de rock en el estéreo,
acelerar la velocidad,
y conversar con la ventana
sobre adónde vamos a parar.

Es valiente y es extraño
saber que aunque tengo libertad,
no por eso no acompaño
ese deseo de los reos
de simplemente subirse a un auto, y escapar.

Y es que ¿quién dijo que los presos
son solamente aquellos
que se despiertan dentro de celdas?
Si la vida misma me tiene presa
de los lamentos, de las tristezas.

Por eso hoy tomo el volante
y sigo los desvíos de la carretera,
porque este verano prefiero ver el sol delante
calentando mi retrovisor
que sentir su brillante reflejo
en un oscuro rincón de mi dolor.

© Ludmila Juno