...

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Lamentos de un amor inconcluso
Estoy aquí, en esta fría penumbra,
intentando salvar algo que ya ha muerto.
Cada palabra tuya, esa despedida cruel,
me desangró el corazón como mil pinceladas
en un lienzo de tragedia,
y aunque sigo escribiéndote,
siento que en cada verso, una parte de mi alma
se desvanece, consumida por la tristeza
que dejas en tu ausencia,
como una obra maestra incompleta,
abandonada a su destino incierto.

No sé si soy un tonto,
aferrado a un amor que ya no respira,
o si en mi obstinación hay una fuerza oculta,
una esperanza que resiste en medio de esta oscuridad,
como el mármol que espera el cincel del escultor,
anhelando la forma perfecta que nunca llega.
Pero lo que sí sé, lo que arde en lo más profundo,
es que mi alma guarda la pena de tu rechazo,
una pena que me devora lentamente,
mientras caigo en un abismo lúgubre,
donde los recuerdos más íntimos
se vuelven fantasmas persistentes,
como personajes atrapados en un cuadro de Caravaggio,
recordándome todo lo que perdí.

Tú me pides que sea menos,
que me conforme con migajas de lo que fuimos,
pero ¿cómo podría serlo?
No puedo volver atrás,
no puedo ser menos de lo que soy contigo.
Quiero ser tu todo,
o no ser nada en absoluto.
Y aun así, con cada herida abierta,
con cada lágrima que se funde en la tinta,
te sigo amando con la locura
de quien ha perdido el juicio en la tempestad,
como un poeta maldito que busca su musa
en las sombras de una noche interminable.

Te amo, chica bella y ebria hasta el delirio,
te amo con la desesperación de quien se aferra
a un sueño que se desvanece al amanecer,
como un escultor enamorado de su estatua,
incapaz de desprenderse de la fría piedra
que jamás le devolverá el calor de su amor.
Y aunque los fantasmas de mis errores
merodean en la noche,
susurrando verdades que no quiero escuchar,
como el latido del corazón delator
que nunca se acalla,
te escribo un trozo de mi alma
en cada palabra, en cada verso,
esperando que, tal vez, en ellos
encuentres un eco de lo que alguna vez fue nuestro amor,
como un compositor perdido en su sinfonía,
buscando desesperadamente la melodía que te devuelva a mis brazos.

Mi eterno amor, mi amor quijotesco,
mi amor que me destruye,
mi eterno castigo,
eres la llama que arde en mi pecho,
y la oscuridad que me consume.
Eres el óleo que nunca se seca,
la escultura que nunca se completa,
la sinfonía que se disuelve en el viento.
Y aunque el dolor me devora,
aquí sigo, escribiéndote,
como si en cada palabra pudiera encontrar
la redención que tanto ansío
y el final que nunca llega,
como un artista que no puede dejar de crear,
aunque su obra lo conduzca a la locura.

En este abismo, busco respuestas,
aunque sé que son solo ecos de un adiós,
una sombra que se alarga en la noche infinita.
No quiero ser menos,
no quiero ser el reflejo pálido
de un amor que se desvanece,
quiero ser tuyo,
o prefiero no ser nada,
porque en esta vida
o soy todo contigo,
o me perderé en el vacío que dejas,
como un cuadro sin firma,
una escultura sin forma,
una melodía que se apaga sin ser escuchada.

Y en esta soledad,
cuando el cuervo de Poe sobrevuela mi corazón,
y su eterno "Nunca más" resuena en la noche,
me pregunto si alguna vez entenderás
que en mi amor por ti,
he encontrado tanto mi vida
como mi inevitable destrucción.