...

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Ayer
Se quemaron los ayeres
en mis antes sin mañana,
corriendo dependiente
de mi hogar a tu pesebre.

Negruzco dolor y dientes,
La oscuridad consumió amaneceres,
latido rápido al compás del dependiente.

Y perdí pie y compás y amor y quehaceres,
encallando en riadas de cocainómano sufriente,
las llagas que la soledad pegó a mi frente.

Pero se hizo el día y a mi puerta llamaron las promesas de otras mieles,
Y ya no se quemaron los ayeres ni los hoy ni los siempre todavía. Ni quizá, ni persiana a medio abrir ni humareda ni diente ni pesebre...

Abri los ojos a nuevos amaneceres
y cerré al dolor mi mano,
cómo un cristo sufriente en ciernes
arrodillado a un nuevo amo.