...

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Sueños que anhelan tu presencia
Es un tormento insoportable, una tortura sin fin,
saber que ya no caminas a mi lado, pero en mis noches,
te reconstruyo, te suspiro, como una herida abierta
que jamás cicatrizará.
Tu cabeza descansaba en mi pecho como un peso sagrado,
y en ese instante, el tiempo se desgarró en su andar,
rompiéndose en infinitos fragmentos,
caían como cenizas de un amor que una vez fue eterno.

Te besé bajo un cielo que prometía ser nuestro para siempre,
pero aquellas estrellas no eran más que mentiras,
reflejos helados de un amor que se secó en mis manos,
un espejismo despiadado que me arrancó la esperanza.
No quería despertar, me aferré a ese sueño con uñas y dientes,
como me aferré a ti, desesperado, suplicante,
pero, como tu amor, ese sueño también se desvaneció,
dejándome solo, perdido en el eco de lo irrecuperable,
abrazando la sombra de lo que fuiste, de lo que ya no eres.

Desperté destrozado, mi alma reducida a escombros,
el peso de tu ausencia aplastando mi pecho como un yugo,
y en la fría, cruel soledad de la madrugada,
busqué en la penumbra un último rastro de ti,
mis ojos encontraron la hora: 6:11,
y en esa oscuridad muda, me pregunté,
¿acaso tú también te aferraste a mí en tus sueños?
¿Acaso en ese instante, nuestros corazones heridos
se encontraron en el abismo insondable de la noche,
donde el dolor y el amor se entrelazan como raíces profundas,
donde el sueño y la realidad se confunden y se traicionan,
donde, tal vez, por un suspiro eterno,
aún éramos uno,
aún nos pertenecíamos,
aunque solo fuera en un sueño condenado a disolverse
como lágrimas perdidas en la oscuridad del amanecer?
© @poemasagridulces