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Una vez
Hubo una vez en que ella y yo nos dedicábamos miradas que eran dulces y certeras, sensitivas, intensas y llenas de vida y uno que otro mensaje que eran como aves, como un zorzar moteado o quizá como una golondrina de esas que jamás huye. Una vez que, por cierto, seguirá siendo para siempre esa misma vez a causa de un tríptico de sueños que se volvió eterno, a causa de un rumor natural perdido en unas cuantas hojas arremolinadas, a causa de una mirada siempre alegre y luminosa, una mirada única donde todo siempre está a punto de ocurrir y que suele reflejar el color verde de la esmeralda. Sí, hubo una vez una mirada de ojos verdes, un sueño con la maleabilidad del agua y un latido que sabía hacerse eterno. Una vez que seguirá siendo para siempre la misma vez.
© Miguel Ángel Guerrero Ramos