...

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Soneto III
Hay cosa que me alarme, tú lo sabes.
Eterno que me mira y se acentúa,
remoto azul, lejana calle o rúa,
aurora en cuya nube anidan aves.

Oh, prístina mañana y dulce tarde,
que tercos soñadores anhelaron,
mi sombra y yo, mis ojos te miraron,
y un sueño dijo sólo que me guarde,

Del áspero Cupido que apuntaba,
sin verme ni saber del desvarío,
que el arco suyo a mí me deparaba.

Y en tanto que yo amara en demasío,
fui dueño del silencio y de la noche,
errando en mariposas o vacío.



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