...

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Ecos de dolor
No te lloré aquel día
que no te encontré,
aunque te llamé
y grité tu nombre,
casi sabiendo
que lo peor había
sucedido,
que nada sería igual.

Tampoco en los meses
que le siguieron
a la incertidumbre
de no tener una pista
para buscarte,
ni la mínima esperanza
de un encuentro.
Solo quería asfixiar el tiempo.

Quería que sea
una señal de fortaleza:
no derramar tristeza
ni anticipar lo que seguía.
Aunque sí lo hice
en papeles indiferentes,
con palabras que expulsaba,
y una tinta que se acababa.

Te escribía
poemas sin parar,
sin pulso en la mano
pero con el corazón
abierto y desbordado
por la lluvia no cedía,
y que anegaba mis zapatos,
donde pisaba y no quería.

Por estas fechas cumplirías
ya dos años de vida,
y se estremecen mis ojos
cuando quiero visualizar
una parte de vos.
Se nubla mi mirada
si intento escribirte
otra vez ausente.

Me resuena de forma eterna
y me pierdo en un intervalo
de tiempo que me deja
absorta sin respuestas,
con mi paciencia
al borde de abandonar
esta busqueda lenta
que arranca mi corazón.

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