...

3 views

Ruinas del destino
Leí tu carta,
una vez más,
como quien vuelve a una herida
que nunca sana,
como quien acaricia el filo de un cuchillo
sabiendo que el dolor
es lo único que le queda.

Decías que fui lo mejor de tu vida,
que en mis brazos hallaste el refugio
que tanto habías buscado,
que jamás me abandonarías,
que juntos íbamos a desafiar
al mundo entero.

Pero el destino,
ese verdugo implacable,
se rió de nuestras promesas,
tomó lo que construimos
con tanto amor y lo hizo añicos,
dejándonos solos,
perdidos en el abismo
de lo que pudo ser
y nunca será.

No me arrepiento,
no,
no me arrepiento de haberte amado
con la intensidad de mil soles,
aunque tu amor fue la tormenta
que arrasó con mis sueños,
aunque en tu partida
dejaste un vacío
que nada ni nadie podrá llenar.

Te sigo amando,
a pesar de todo,
a pesar de que tus palabras
se han desvanecido
como la niebla al amanecer,
a pesar de que tu amor
se transformó en cuchillos
que desgarran mi alma
una y otra vez,
en este ciclo interminable
de dolor y deseo.

No guardo rencor,
aunque debería,
aunque mi corazón clama por justicia,
por un cierre que nunca llegará.
Pero sigo amándote,
como un loco,
como un necio,
como un masoquista que se aferra
a las cenizas de un fuego que ya no arde,
que se aferra a un recuerdo
que me consume,
que me mata lentamente.

Y en la soledad de mis noches,
cuando el silencio es más fuerte
que cualquier grito,
me encuentro llorando por un amor
que nunca fue,
por un destino que se burló de nosotros
y nos dejó rotos,
perdidos en nuestras propias ruinas.

Así,
sigo caminando,
con el peso de tu ausencia
aplastándome el pecho,
con el eco de tus promesas
resonando en mis oídos,
sabiendo que el amor,
nuestro amor,
fue un espejismo,
una cruel broma del destino
que nos unió
solo para destrozarnos después.

© @poemasagridulces