Chute de tinta
En las sombras del abismo, él se halla atrapado,
un poeta del alma rota, en un ciclo incesante,
las drogas son su escape, su maldito aliado,
y su corazón, en agonía, está desbordante.
La tristeza se apodera de su ser sin piedad,
mientras la aguja se clava una vez más,
en cada dosis, un breve alivio ilusorio,
que lo sumerge en un mundo sombrío y notorio.
Las lágrimas, compañeras de su tormento,
son testigos silenciosos de su sufrimiento,
la melancolía se entrelaza en su piel,
y su adicción lo arrastra, sin red de hotel.
La esencia de su alma, consumida y cansada,
se desvanece como un triste suspiro en la alborada,
las palabras que solía escribir con pasión,
se han perdido en la espiral de su adicción.
En su espejo, un extraño le devuelve la mirada,
un rostro pálido y ojos sin vida, sin esperanza,
la droga, cruel amante que lo devora,
ha convertido al poeta en un mero espectro que llora.
En cada dosis, una promesa incumplida,
un destello efímero que lo lleva a la caída,
el poeta del alma rota, lucha en vano,
por romper las cadenas que lo mantienen insano.
El abismo de su adicción se profundiza,
y su tristeza, una melodía que agoniza,
la melancolía, su constante compañera,
mientras su alma se desgarra, sincera.
En las sombras del abismo, él se halla atrapado,
un poeta del alma rota, en un ciclo incesante,
las drogas son su escape, su maldito aliado,
y su corazón, en agonía, está desbordante.
La tristeza se apodera de su ser sin piedad,
mientras la aguja se clava una vez más,
en cada dosis, un breve alivio ilusorio,
que lo sumerge en un mundo sombrío y notorio.
Las lágrimas, compañeras de su tormento,
son testigos silenciosos de su sufrimiento,
la melancolía se entrelaza en su piel,
y su adicción lo arrastra, sin red de hotel.
La esencia de su alma, consumida y cansada,
se desvanece como un triste suspiro en la alborada,
las palabras que solía escribir con pasión,
se han perdido en la espiral de su adicción.
En su espejo, un extraño le devuelve la mirada,
un rostro pálido y ojos sin vida, sin esperanza,
la droga, cruel amante que lo devora,
ha convertido al poeta en un mero espectro que llora.
En cada dosis, una promesa incumplida,
un destello efímero que lo lleva a la caída,
el poeta del alma rota, lucha en vano,
por romper las cadenas que lo mantienen insano.
El abismo de su adicción se profundiza,
y su tristeza, una melodía que agoniza,
la melancolía, su constante compañera,
mientras su alma se desgarra, sincera.
© ✒ 𝕻𝖔𝖊𝖙𝖆 𝘼𝖑𝖒𝖆 𝕽𝖔𝖙𝖆 ॐ
un poeta del alma rota, en un ciclo incesante,
las drogas son su escape, su maldito aliado,
y su corazón, en agonía, está desbordante.
La tristeza se apodera de su ser sin piedad,
mientras la aguja se clava una vez más,
en cada dosis, un breve alivio ilusorio,
que lo sumerge en un mundo sombrío y notorio.
Las lágrimas, compañeras de su tormento,
son testigos silenciosos de su sufrimiento,
la melancolía se entrelaza en su piel,
y su adicción lo arrastra, sin red de hotel.
La esencia de su alma, consumida y cansada,
se desvanece como un triste suspiro en la alborada,
las palabras que solía escribir con pasión,
se han perdido en la espiral de su adicción.
En su espejo, un extraño le devuelve la mirada,
un rostro pálido y ojos sin vida, sin esperanza,
la droga, cruel amante que lo devora,
ha convertido al poeta en un mero espectro que llora.
En cada dosis, una promesa incumplida,
un destello efímero que lo lleva a la caída,
el poeta del alma rota, lucha en vano,
por romper las cadenas que lo mantienen insano.
El abismo de su adicción se profundiza,
y su tristeza, una melodía que agoniza,
la melancolía, su constante compañera,
mientras su alma se desgarra, sincera.
En las sombras del abismo, él se halla atrapado,
un poeta del alma rota, en un ciclo incesante,
las drogas son su escape, su maldito aliado,
y su corazón, en agonía, está desbordante.
La tristeza se apodera de su ser sin piedad,
mientras la aguja se clava una vez más,
en cada dosis, un breve alivio ilusorio,
que lo sumerge en un mundo sombrío y notorio.
Las lágrimas, compañeras de su tormento,
son testigos silenciosos de su sufrimiento,
la melancolía se entrelaza en su piel,
y su adicción lo arrastra, sin red de hotel.
La esencia de su alma, consumida y cansada,
se desvanece como un triste suspiro en la alborada,
las palabras que solía escribir con pasión,
se han perdido en la espiral de su adicción.
En su espejo, un extraño le devuelve la mirada,
un rostro pálido y ojos sin vida, sin esperanza,
la droga, cruel amante que lo devora,
ha convertido al poeta en un mero espectro que llora.
En cada dosis, una promesa incumplida,
un destello efímero que lo lleva a la caída,
el poeta del alma rota, lucha en vano,
por romper las cadenas que lo mantienen insano.
El abismo de su adicción se profundiza,
y su tristeza, una melodía que agoniza,
la melancolía, su constante compañera,
mientras su alma se desgarra, sincera.
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